Manzanillo no tiene quien lo surque

Resumen: una visita, un testimonio, una visión.


Por: Gonzalo López Nadal.
Profesor Emérito.
Universidad Islas Baleares.

Mientras José, el chofer del lada color azul enfado -puede que por carecer de cintos de seguridad: es del 74- se detiene en Yara a tomar un guarapo y luego repite unos metros más allá para intentar, en vano, cargar combustible tratas de escribir en la libreta-agenda el retorno a Manzanillo casi veinte años después de tu primera visita. Aquella fue un fugaz santiamén, un visto no visto, que se ciñó a un recorrido por el más triste y desamparado de los malecones cubanos. Con eso fue suficiente para constatar el abandono en el que subyace uno de los rincones más gloriosos de la isla. Entre aquella llegada en el Hyundai blanco hasta la reciente de antier en un Moscovitch colorado compartido con otros dos clientes desde la piquera de Bayamo, dos factores han incidido, sobre todo el segundo, en tu retorno a la cuna del trovador Carlos Puebla. El primero fue la relectura del magnífico relato “Pueblo en marcha” en el que Juan Goytisolo testimonia en vivo la campaña de alfabetización en la Cuba de principios de los sesenta. El segundo es más personal: a la espalda de una fotografía de tu bisabuelo Manuel López Martínez, de quien vuestro padre decía que había muerto en la guerra de Cuba, se leen con claridad estas palabras, con toda probabilidad escritas de su misma mano:

Isla de Cuba
Manzanillo, 9 de mayo de 1875.

A mis queridísimos hermanos. Recuerdo del cariño que les profesa

Manuel

De haber sido enviada la tarjeta-retrato, como se lee, a principios de mayo, ésta sería posterior al cierre de su expediente profesional conservado en el Archivo Militar General de Segovia. Tu prima Merche se hizo con él, y con el de su hijo, Arturo López Colomer, padre de su madre, Juanita, y de nuestro padre, Manuel. Efectivamente, según consta en su hoja de servicios el 30 de noviembre de 1874 el comandante López Martínez había embarcado en Cádiz en el vapor correo “Comillas” arribando al puerto de La Habana el 18 de diciembre. De ahí se incorporó a su destino: el batallón de cazadores “Talavera”, número 4, (en) Manzanillo. No consta referencia alguna sobre lo sucedido en el puesto, haciéndose constar claramente la fecha del 31 de marzo como la del momento en que se da por acabado su expediente militar.

Prácticamente, no sabes más acerca de tu ancestro. Esta pista y la esperanza, vaga, de hallar nuevos datos sobre su vida te conducen al último lugar donde prestó sus servicios a la patria. La documentación estudiada hasta el momento no recoge más datos. Pasara lo que pasara, su vida se habría visto sesgada, a partir de abril de 1875, durante la guerra larga, la de los diez años (1868-1878), primera de las tres que en 1898 supondría el fin de la pertenencia de Cuba al imperio español. Eso, no obstante, podría quebrarse si la fotografía en la que él se muestra de lo más formal, en su uniforme de gala, con dos medallas, espadín, descubierto del ros que descansa sobre una columna mientras que en su envés testimonia cariño a sus hermanos, datara efectivamente de principios de mayo, como parece ser el caso. Sin constar fe de defunción alguna no es por tanto del todo descartable que la misma guerra le acarrease la posibilidad de disponer de una segunda oportunidad en su paso sobre la tierra. A falta de más datos, en una de las arterias más concurridas de Manzanillo, a tiro de piedra de la plaza mayor y a su celebrada Glorieta, se erige un potente bastimento muy bien conservado, probablemente construido a finales del XIX o principios del XX, en cuya parte superior, sobre un fondo rojo cobrizo se lee:

Edificio M. LOPEZ

Olvidas el extraordinario relato de tu referente literario, que adquiriste en Leeds a final de los setenta, para concentrarte, obviamente, en tu historia familiar. Las indagaciones sobre su abuelo, que tu padre sostenía haber perdido en Cuba te devuelven a tu profesión de investigador que durante casi cuarenta años llenara tus tiempos en archivos, bibliotecas y mesas de trabajo. Nunca, es curioso, lo hiciste sobre tu linaje. En la posteridad, al sustituir los legajos por los libros y la investigación por la docencia comenzaron a emerger detalles que vinculaban tu propio pasado con tu oficio de historiador. Así supiste que una rama de tus antepasados maternos, en condición de indianos, conoció y ejerció la esclavitud muy especialmente cuando, ya abolida como práctica institucional aún se mantenía viva, probablemente por pura inercia. Su ilegalización no presupone, ni mucho menos, su desaparición como hecho habitual e, incluso, socialmente consentido. Así, en tanto que empresarios vinculados al comercio en Puerto Rico que tan buenos réditos dio al posibilitar la concentración patrimonial en su Mallorca nativa, era del todo normal que se conservase la esclavitud sin que ello motivara prácticamente ningún tipo de reparo para sus practicantes. Por otra parte, como te diera a entender la contraportada de una postal, tus lazos paternos te acercan a la última fase de un imperio arruinado y obsesionado por preservar sus colonias, con Cuba como telón de fondo. Con tus bisabuelos, Rafael Blanes Massanet manumitiendo negros asignándoles los apellidos de sus hijos, y Manuel López Martínez, tratando de contener a los mambises en su lucha por su libertad, tu jubileo como pensador insolente y redactor-declamador de sermones incómodos podría verse alterado en la indagación sobre los orígenes. Y si a ello se le añades la geografía caribeña, más fácil te lo pones: miel sobre hojuelas.

Tecleas las letras de tu celular en tu asiento del autocar de Vía Azul en tu traslado de Bayamo a Santiago. De hecho, prosigues lo iniciado en la sala de espera de la estación de guaguas de Bayamo, aprovechando las dos horas de demora del autobús. La singularidad cubana, incesante, ha permitido que embarques en el ómnibus procedente de la Habanas vía las Tunas y no el que partía de Holguín como habías planificado. Escribir es, con leer, el mejor antídoto para responder a una de las condenas más propias de este lugar: la espera.

Y eso lo saben bien los manzanilleros. Tuvieron que aguardar algo más de tres siglos para empezar a ser alguien. Lo fueron desde el mismo momento en que impidieron el asentamiento inglés en forma de ataque naval en el año 1819. Desde entonces vieron cómo su dársena, bella e impoluta, devino puerto marítimo de primera magnitud en el que el cabotaje extranjero, ingles y norteamericano, se imponía en velas y tonelaje al de su vetusta metrópoli: entre 1828 y 1831, entraron 160 buques foráneos frente a 142 hispanos, con una carga de 14.865 toneladas frente 5.582 respectivamente. Lo lees y lo disfrutas en el excelente ensayo que Olga (Olguita) Portuondo Zúñiga ha escrito sobre la villa entre su emergencia como tal y la irrupción de la estela de la independencia.(1) Y es que no fue ningún capricho del destino que el desgaje de la colonia del imperio se fraguara casi ahí mismo, en la Demajagua, apenas a 10 kilómetros, y en Yara donde el patricio bayamés Carlos Manuel de Céspedes dijo basta al poderío español. Algo parecido sucedió cuando, casi noventa años después, Cuba decidiera emprender una nueva era frente al dominio cuasi todopoderoso de sus vecinos del norte. El naufragio del Granma entre los manglares de Las Coloradas impidió su desembarco en una playita de Media Luna, patria chica de Celia Sánchez Manduley. Todo eso se halla en las proximidades de Manzanillo. Sólo por eso, su nombre merecería figurar entre el de las gestas más sonadas en los esfuerzos de las gentes cubanas por consolidar su soberanía como tal. Pero la historia no suele ser grata con sus criaturas, especialmente con las más frágiles, las más menesterosas. Tras vivir un potente siglo XIX y preservar sus riquezas marítimas y agropecuarias hasta bien entrada la segunda mitad del XX el crecimiento comenzó a menguar a partir de la ruptura de la revolución con los Estados Unidos. Los nuevos aires generados por el devenir del confrontamiento económico inherente a la guerra fría entre americanos y soviéticos, con sus respectivos aliados regados en los distintos continentes, implementaron el declive de la ciudad y monte del Manzanillo. A ello, a decir de Delio Orozco, tu cicerone y maestro en la expresión de las transformaciones de la ciudad, cabrá añadir las responsabilidades en la estructuración territorial del país. En 1976, mediante la configuración de las nuevas provincias y el nuevo estatus administrativo del poder local, se sellaría la progresiva marginalización de una ciudad y de su entorno a la que los avatares futuros no han hecho más que confirmar. Hoy, alejada de los paraísos turísticos del litoral norte, desde Varadero a las playas de Holguín, con el bellísimo puerto de Gibara fuera del circuito, y con una potente industria turística concentrada en los cayos -sabiamente administrada entre GAESA y los hoteleros foráneos-, Manzanillo contempla con tristeza y resignación su estado de abandono. Efectivamente, solo unos pocos pescadores, por aburrimiento y unos pesitos, se atreverán a dar paseos en sus botes a los chamas o a los escasos turistas por ahí perdidos, logrando transgredir moldes y adentrarse en esta tierra de casi nadie. Y así, esta ciudad portuaria del oriente cubano, que conociera los pasos, seguramente los últimos, de tu bisabuelo y comandante del ejército de ultramar, la de tres patricios de la patria, como el antes citado Céspedes, Vicente Aguilera y Pedro (Perucho) Figueredo, y que viera nacer al trovador y autor de las más emblemáticas tonadas sobre el comandante que mandó parar y sobre la preclara presencia del hermano argentino, hoy Manzanillo ni parece estar ni tiene quien que la surque.(2)

En tu deambular por archivos, hospitales y cementerio, y tus pesquisas orales con Delio y con el gran Tito (Rolando Estrada) -¡Cuánto les agradeces su ayuda!- el ávido historiador Orozco te adentra en un nuevo horizonte, un inesperado frente de combate. Contemporáneo a José Martí, el apóstol, José (Pepe) Caymari Vila -hijo del mallorquín Bernardo Caymari Morey y de la bayamesa Margarita Vila Pavón- nacido en Manzanillo en 1825 donde fallecería al finalizar la centuria, en 1896, “en pleno apogeo de la campaña independentista”,(3) requiere revivir. En un monolito de tono gris ubicado en los jardines del hospital que lleva su nombre -hoy es el clínico infantil, se lee:

“Aquí en su indestructible obra reposan los restos de don José Caymari Vila benefactor manzanillero el que con su generoso gesto grabó para siempre su nombre en el corazón de todo un pueblo”.

Pese a la pequeña tergiversación -en Mallorca el linaje conoce dos ies latinas- el origen no cambia. Delio sostiene que Caymari era un declarado partidario de reducir las diferencias sociales mediante la equiparación salarial; eso era algo completamente inusitado en un mundo en el que no había sino muy pocos ricos y muchos, muchísimos pobres. La razón de la sensibilidad de tu compatriota, sin embargo, estribaba en algo que le horrorizaba. Había caído en sus manos algún ejemplar del Manifiesto Comunista que redactara Carlos Marx en el año 1848. Su lectura debió erizarle los cabellos.(4) Sin duda, su patrimonio, ingente, peligraba.(5) En tal sentido, Caymari -o Caimari (da igual)- fue un adelantado. Si tu paisano pudiere ver el lamentable estado en el que se halla ese opulento palacio sito en la calle Merchán junto a la de Narciso López, -le daría tremendo simposium (diría Esperanza, también manzanillera). El edificio que lleva su nombre está en total estado de derribo, con impactantes ventanales atiborrados de matas de un verde diamante que asusta verlo. Entre su nombre -EDIFICIO CAYMARI- en el capitel del inmueble en el que se confunde pátina y desgaste, y los visibles avisos de derribo (“CUIDADO PELIGRO”) -letras blancas de tiza- y “DERRUMBE” (en un verde botella) sobre un fondo rosáceo muy cansino se atisba una placa chiquita de un oro latón venido a menos: CDR n 4. Camilo Cienfuego. (sin S y en letras negras). Quizás éste sería el único consuelo del “pobre” Caymari pues hasta donde sabes, el bravo y valiente Camilo, espejo de la revolución, no era un genuino comunista al estilo del Che o de Raúl Castro. Otra cosa sería si se hubiere bautizado este Comité de Defensa de la Revolución con el nombre de otro hijo de Manzanillo, líder sindical y ferviente comunista: Blas Roca Calderío. Su asociación con las brigadas de la construcción y, en especial, con los contingentes de intervención rápida hubiera sacado de su tumba al magnate mallorquín. Mejor no dar ideas.

Ruinas del otrora esplendente Edificio Caymari.

Tras pararse en Veguita y quedar tu como cliente único, José reemprende la marcha. Como le has escrito a Lisi has intentado redactar algo pero todo ha quedado en nada. Garzas, chivos, pioneros, letreros que buscan inmortalizar la estela de Fidel y un sinfín de esas pequeñas cosas que rondan la atmósfera del paisaje cubano te lo impiden. Por si eso no bastara, los frecuentes avisos de peligrosidad vial, con indicación puntual del número de accidentados y muertos te lo desaconsejan. El chofer, impávido, como si eso no fuera con él, decide sacarse del bolsillo del pantalón un fajo de billetes de cincuenta, cien, quinientos y mil pesos y ante tu hilaridad, en plena curva y con toda la tranquilidad del mundo, empieza a contar uno por uno esa pila de faos que ha ido atesorando en el día. ¡¡¡ Acabáramos!!! .

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Revisión Son Comparet (Mallorca) 30 de abril 2022-19 mayo 2022.

Notas:

1.-Manzanillo. De Salvador Gomón a Carlos Manuel de Céspedes. Ediciones Orto, Manzanillo 2014. P. 55.
2.-En su reciente texto publicado en el boletín cultural DeManzanillo (Manzanillo, 1er. trimestre del 2022), Delio Orozco escribe: «Este decrecimiento humano manzanillero no es causa de la crisis mundial, los efectos del bloqueo o las insuficiencias sistémicas. Es el resultado de una decisión administrativa que privó al territorio de autonomía, capacidades y recursos, condición que lo convirtió en municipio de segundo orden hipotecando peligrosamente su futuro».
3.-Sobre fuentes primarias, Delio Orozco publicó un extracto biográfico en la Enciclopedia de Manzanillo, 2007.
4.-En la fotografía incorporada en (los “Informes” (de la) Junta de Patrones del hospital <Caymari>, años 1892-1923, José Caymari Vila luce cabello y bigote blanco. (Información facilitada por Delio Orozco).
5.-Delio Orozco cifra en 1.842.255, 661/4 pesos el valor de sus bienes (inmuebles, valores, efectivo, créditos “a cobrar”). Estos se destinaban a la construcción y mantenimiento del hospital que aun lleva su nombre. (Enciclopedia de Manzanillo, 2007).