Un árbol, una ciudad y dos poemas

Resumen: Sobre el nombre de la ciudad y la inspiración poética que ha provocado.

Por: Delio G. Orozco González.

El nombre de la ciudad debióse a la abundante presencia en sus tierras, en época de la conquista española, del HIPOMANNE MANCINELLA, nombre científico con el cual hoy se designa al Manzanillo, arbusto venenoso con cuyo látex los aruacos del nordeste venezolano, pobladores de Cuba, emponzoñaban sus dardos; sin embargo, no fueron los aborígenes quienes dieron tal nombre -Manzanillo-, a la susodicha planta; fueron los españoles, tan dados al diminutivo, los que endilgaron el nombre pues la apariencia de sus frutos les traía -de aquende el mar-, el recuerdo de un árbol tan común como paradigmático de la añeja Europa: el olivo Manzanillo, productor de la aceituna manzanilla. Podría alguien objetar a esta tesis que en fecha tan temprana de la conquista como 1514, Diego Velázquez, Adelantado del Rey, luego de partir «del puerto del Guacanayabo» llegó a un pueblo indio en la zona central y sur de Cuba nombrado también Manzanillo, pero véase, ya cerca de esos predios habían desandado anteriormente hispanos, la terminación «illo» no es patrimonio de la lengua aruaca y el nombre con el cual se conocería posteriormente el realengo es Monte de Manzanillo, en franca alusión a la presencia abundante de árboles (Monte) de una especie (Manzanillo). Una acotación, en los primeros años de la conquista aparecía en la documentación como Manzanilla. Con el nombre de Manzanillo también pueden encontrarse lugares en España, México, Costa Rica, Panamá, Guatemala, Venezuela y República Dominicana.

Por su condición venenosa, a propósito para motivos románticos, el Manzanillo ha sido objeto de atención por parte de los aedas. Que José Gautier Benítez, poeta borinqueño haya escrito una composición a este ejemplar de la botánica americana no resulta extraño porque dicha planta es endémica de las costas antillanas; sin embargo, que un francés como Charles Hubert Millevoye se inspirase en el árbol no deja de ser llamativo, hecho que confirma cuan lejos había viajado la fama de este miembro de la familia de las Euforbiáceas. El poema del galo es una traducción del vate romático cubano José María Heredia, mientras la alusión directa a la gran Antilla y sus habitantes originarios confirma el conocimiento, no solo de sus efectos tóxicos; sino, de su presencia en Cuba y la exagerada creencia de que exponerse a su sombra significaba una muerte segura.

El manzanillo

Por: José Gautier Benítez.

Hay en los campos de mi hermosa antilla
en el suelo feliz donde he nacido
como un error de la natura, un bello
arbusto que se llama el manzanillo.

Tiene el verde color de la esmeralda
y su tupida, su redonda copa
esparce a su alredor en la llanura
fresca, apacible, deliciosa sombra.

Mas, ¡ay!, el ave al acercarse tiende
para otros sitios el cansado vuelo
porque su instinto natural le indica
que su sombra es mortífero veneno.

Todas las plantas en la selva umbría
entrelazan sus ramas y sus hojas
y al halago del viento se acarician
y se apoyan las unas en las otras.

Y unidas crecen en amante lazo
y unidas dan al aire su fragancia
y el manzanillo solo en la ribera
y el manzanillo solo en la montaña.

¡Ay!, cuántas veces al mirarlo, cuántas
con honda pena, con dolor he dicho
¿Si será mi existencia en esta vida
la existencia fatal del manzanillo?

El Manzanillo

Por: Charles Hubert Millevoye.

«¡Cuán dulce será en tu boca
«Zarina, el beso de amor!»
Así a la bella cubana
Habla el cacique feroz.

«¡Oh Nelusko!» Ella responde,
Trémula ya de pavor,
«Tu prepotencia respeto,
«Mas mi cariño es de Azor.»

En el pecho del cacique
Despierta la indignación,
Y furibundo la dice:
«Yo te amo, y soy tu señor.

«Aquesta noche en la playa
«Me aguardarás»; y partió.
Zarina, desesperada
En tan cruda situación,

Debajo del manzanillo
La triste suerte esperó.
«Ven ¡oh Nelusko!» cantaba
Con desfallecida voz,

«Pues cierras el duro pecho
«Al grito de mi dolor
«De las cumbres se desata
«El huracán bramador,

«Y el mar y agitada selva
«Le saludan con horror.
«¡Ay! pronto las palmas tiernas
«Destrozará su furor,

«Cual tú desgarras impío
«Mi pecho y el de mi Azor.
«Ver; satisface inhumano
«Tu tiránica pasión,

«Mas será helada y sombría
«Esta noche de tu amor.
«Y tú, de un tirano fiero
«Víctima triste, cual yo,

«Objeto de mi cariño,
«En otro mundo mejor
«Te espero, do nadie diga:
«Yo te amo y soy tu señor.»

Sus párpados lagrimosos
Iba cerrando veloz
La muerte, cuando a sus plantas
Llega rápido su Azor.

Afanoso la buscaba:
Apenas reconoció
El funesto árbol, se llena
De sorpresa y de terror.

De la mortífera sombra
En sus brazos la sacó:
«¿Qué ibas a hacer infeliz?»
«-Sacrificarme a tu amor.»

Él con ardientes caricias
Serena su corazón;
Entonces llega Nelusko
Y fiero le dice Azor:

«Tengo arco, flecha, macana,
«Robusto brazo y valor,
«Y el que a Zarina pretenda,
«Espere la destrucción.»

El atónito cacique
Le oye con mudo furor,
Y cede, al ver del amante
La firme resolución.

Así el torrente que inunda
Los campos asolador,
En la base de ancha peña
Quiebra el ímpetu feroz.

Traducción: José María Heredia

Bibliografía:

1.-Enciclopedia Manzanillo.
2.-https://www.poeticous.com/jose-gautier-benitez/el-manzanillo?locale=es
3.-https://poetassigloveintiuno.blogspot.com/2014/10/charles-hubert-millevoye-13757.html