Resumen: Un breve estudio de caso sobre el papel de la industria azucarera en el decurso histórico de Cuba.
Por: Delio G. Orozco González.
Con idénticos objeto y sujeto, la Historia se despliega en dos variables: tiempo y espacio, dimensiones estas que resultan imprescindibles para asir y tratar de entender al hombre en su devenir. En el caso de Cuba, poseedora de un decurso histórico trasvasado por medio siglo de producción azucarera, hizo inevitable que los establecimientos fabriles dedicados a tal actividad ocuparan papel principalísimo no solo en el ámbito económico; sino, tecnológico, político y social en los espacios donde encontraron asiento. El ingenio Las Mangas del bayamés Pedro Figueredo fue uno de ellos.
Las fuerzas directrices económicas de una región mediterránea especializada en el sector ganadero, alejada de los puertos de embarque y enfocada hacia la producción agropecuaria de auto-consumo, explican el poco desarrollo tecnológico del proceso industrial azucarero en la jurisdicción bayamesa para 1860; pues, de los 23 ingenios dispersos en los seis partidos del territorio, solo uno poseía como fuerza motriz el vapor.(1) Ahora bien, unas de las características que tipifican el carácter y la personalidad de los denominados «patricios fundadores cubanos», es la inclinación hacia la aplicación de los adelantos de la ciencia y la técnica y ello, entre otras razones, porque tienen la oportunidad de cursar estudios superiores en Europa o Estados Unidos y asimilar todo lo útil que luego habrían de verter en su país de origen. Por otro lado, no puede perderse de vista que estos hacendados eran los rectores del proceso productivo cubano, mientras los hispanos dedícanse -de manera preferencial- al comercio, sector terciario este con débiles demandas técnicas, salvo en la navegación. Más allá de cualquier otra consideración sobre el particular (el tema de la fuerza de trabajo ya no tenía solución en el marco de la esclavitud), lo cierto es que Pedro Figueredo fue el primero en emplear el vapor para producir azúcar en Bayamo, no por gusto en 1860 la molienda de su ingenio alcanzó la cota de 521 bocoyes de azúcar; aunque es cierto también que este era el productor con más tierras dedicadas al cultivo de caña con 12 caballerías.(2)
La instalación de la máquina de vapor en el ingenio Las Mangas se produce a finales de 1857 o en los primeros días del año siguiente, porque fue en la medianía de octubre del ‘57 cuando los encargados de ponerla en marcha arribaron a puerto manzanillero:
Máquina de vapor. Ha llegado en la goleta costera Segunda Feliz, el maquinista y demás operarios que van á plantear en el ingenio las Mangas de la propiedad del Sr. D. Pedro Figueredo, en Bayamo, la máquina que en meses pasados remitió dicho Sr. desde la Habana. Damos la más cordial enhorabuena á nuestros vecinos los bayameses, porque van á tocar por primera vez en su propio suelo los grandes beneficios que produce ese poderoso motor, y alentados é instruidos con la esperiencia seguirán el egemplo del Sr. Figueredo, poblando de tales modernos y científicos aparatos los vastos y fértiles campos de su jurisdicción, y supliendo por medio de la industria la falta de brazos que con toda la Isla parece que están sufriendo.(3)
Sin embargo, no fue la instalación del invento de James Watts en el ingenio antedicho lo que le otorga un lugar en la historia; sino, ser el lugar donde -a partir de pruebas desestimadas por la historiografía hasta el día de hoy-, se compuso «La Bayamesa», marcha devenida en el Himno Nacional de Cuba y posiblemente también, las primeras letras de la marcial composición. Vayamos por paso.
La versión más común sobre la composición musical del Himno se debe a la pluma del historiador José Maceo Verdecia; quien, sin aportar fuente alguna apunta en su libro Bayamo: «Y aquella madrugada, madrugada del 14 de agosto de 1867, descendieron de lo alto, transformados en lluvia inefable de sonidos, las estrofas revolucionarias del Himno de Bayamo»(4) En cuanto a la creación de la letra, el relato pudiera parecer más creíble toda vez que Fernando Figueredo -quien le cuenta al periódico Patria el supuesto momento de la escritura-, participó en la toma de la «Numancia Cubana». Relata el coronel del Ejército Libertador: «Enseguida Pedro Figueredo rasga una hoja de su cartera, y cruzando su pierna sobre el cuello del indómito corcel, escribe la siguiente octava […]»; no obstante, y pesar de que el verbo «escribir» se explicita también como componer libros, discursos, etc. ello no quiere decir que, en ese preciso instante, Perucho haya compuesto la letra de La Bayamesa. Una mirada más atenta y menos romántica, teniendo en cuenta la exaltación psíquica del momento y la magnífica conjunción de letra y música, hacen pensar en una reproducción para distribuir, no en una composición improvisada.(5) Entonces, si los argumentos predichos hacen febles, ante el rigor del examen histórico los momentos de la composición de la música y letra del patriótico manojo de notas, ¿que nuevas pruebas vendrían a sustentar la brotación del Himno Nacional de Cuba?
Modesto Arquímedes Tirado Avilés(6) en su libro Efemérides de Manzanillo, relata que Ángel Figueredo, hijo del ilustre músico, le aseveró: «Mi padre compuso el himno algunos meses antes de estallar la guerra de 1868, y lo ejecutó por primera vez al piano en el mes de marzo de ese año»; como prueba, le proporcionó un recorte del periódico veracruzano Diario Comercial, de fecha 5 de noviembre de 1897, donde Carlos Manuel de Céspedes y Céspedes -primogénito del adalid de la Demajagua-, con una autoridad difícil de recusar, fue yerno de Pedro Figueredo(7), rememora como se improvisó el himno:
Recuerdo que un día del mes de Marzo de 1868, estábamos sentados en la sala de la casa de vivienda del ingenio Las Mangas, a una legua de Bayamo, su dueño Pedro Figueredo, su esposa Isabel Vázquez, su hija Eulalia y yo, que había ido allí como comisionado de los conspiradores. Hablábamos de la situación imperante, cuando de repente se levantó «Perucho» -como cariñosamente llamábamos al autor del himno- y sentándose al piano, que tocaba magistralmente, improvisó una marcha guerrera, que mereció nuestra aprobación. Ya teníamos la música y sólo faltaban las palabras, que Isabel, su esposa, adaptó a los incipientes compases de Figueredo, que no era poeta, mientras que su esposa y mi inolvidable suegra, Isabelita, componían muy bonitos versos patrióticos, de los cuales aún se recuerdan algunos, sus hijos. Ese himno se tocó por primera vez en Bayamo, por la orquesta del maestro bayamés Manuel Muñoz, que le puso el correspondiente acompañamiento, en la procesión del Corpus, en 1868, habiendo sido amonestado el popular maestro por el gobernador Udaeta por tocar marchas no acostumbradas en las fiestas de tablas.(8)
Si creemos al testimoniante, La Bayamesa fue improvisada en marzo del 68, fecha en la cual, según el hijo de Figueredo, su padre tocó la pieza por vez primera al piano; sin embargo, no es de dudar que el pentagrama estuviese en la cabeza de Perucho desde algún tiempo atrás; pues, a pesar de que «tocaba magistralmente» el piano, los acordes están muy bien elaborados y su sabor marcial debió haber sido fruto de una mínima meditación. De igual forma, si la tocó al piano, lo más lógico es que lo hubiera hecho con su respectivo acompañamiento, aunque no fuese esto lo que más interesase al bayamés; por cuanto, en la única copia de puño y letra del patriota -hasta el momento conocida-, sólo se estampa la melodía. Y aquí hay algo que ha pasado desapercibido para todos los que se han aproximado a la creación musical de Perucho: este nunca le puso acompañamiento al «Himno Patriótico Cubano», subtítulo con el cual designó su composición; el mérito primigenio cúpole a su coterráneo Muñoz Cedeño.
Ahora bien, no menos llamativo resulta en esta breve indagación el hecho de que fuese Isabel Vázquez, la esposa del compositor, quien «adaptó» las palabras al himno; no obstante, la anfibología del verbo en este caso nos sumerge en un estado umbrático; pues, ¿estaban ya compuestas las palabras y el papel de la fémina se redujo sólo adecuar el texto?; a pesar de ello, la aseveración de «que no era poeta» y «sólo faltaban las palabras» da pie a creer que la letra fue compuesta por su esposa; y si resultó ser así, ¿por qué su autor no lo reconoció?; la respuesta resulta evidente: ser independentista -en la Cuba del siglo XIX-, no significa poseer pensamiento emancipado respecto a la mujer. Sin embargo, y a pesar de lo trasgresor que resulta este nuevo alumbramiento, el mismo escapa a las intenciones de estas líneas. Y si bien es cierto que Perucho volvió más de una vez sobre su creación -como todo buen creador, inconforme-, porque la primera versión pública de la marcha, aparecida en El Cubano Libre el 27 de octubre de 1868 tiene notables diferencias con la firmada y regalada por él a la señorita Adela Morel el 10 de noviembre de 1869, parece confirmarse -hasta tanto nuevo argumento venga a rebatirlo-, que La Bayamesa, el hoy Himno Nacional de Cuba, fue compuesto en los predios del ingenio Las Mangas de Perucho Figueredo. Nótese el paralelismo y el azar concurrente de la poesía y la grandeza: en otro ingenio, su amigo Carlos M. de Céspedes y del Castillo hace hombres a los cubanos cuando les señala el camino y los invita a ser libres.
Referencias bibliográficas
1.-Carlos Rebello. Estados relativos a la producción azucarera de la Isla de Cuba. La Habana, octubre de 1860, p. 89.
2.-Ibid. p. 88.
3.-El Eco. Publicación Oficial, Económica y Mercantil de Manzanillo. Domingo 18 de octubre de 1857, p. 2. (Se ha respetado la ortografía original del documento)
4.-José Maceo Verdecia. Bayamo. Manzanillo, Editorial «El Arte», /s.a/
5.-Véase: Delio G. Orozco González. «Notas para repensar el Himno Nacional de Cuba», en: Clave, revista cubana de música, Año 3, No. 1, 2001.
6.-Modesto Arquímedes Tirado Avilés: natural de Ponce en Puerto Rico, comandante del Ejército Libertador de Cuba, amigo personal de José Martí, ayudante de campo de José Maceo, secretario de despacho de Bartolomé Masó, representante a la Asamblea de Santa Cruz del Sur, El Cerro y Marianao, alcalde de Manzanillo por elección popular al terminar la dominación española en Cuba y primer Historiador en propiedad de la ciudad.
7.-Carlos Manuel de Céspedes y Céspedes se casó con Elulalia Figueredo Vázquez, hija de Perucho Figueredo Cisneros e Isabel Vázquez, el 13 de septiembre de 1868. Eulalia murió el 25 de agosto de 1876. Véase: Olga Portuondo Zúñiga y José Abreu Cardet. Carlos Manuel de Céspedes y Céspedes. Patria y familia. Diario. Bayamo, Ediciones Bayamo, 2012, p. 89.
8.-AHMM, Modesto Arquímedes Tirado Avilés. Efemérides de Manzanillo. Inédito, tomo 2.