Resumen: La pérdida de un amigo, de un artista, de un creador.
Por: Carlos Escala Fernández.
El luto que embarga hoy a muchas familias cubanas y de todo el mundo ha llegado también a la cultura manzanillera. En horas de la madrugada de este lunes 16 de agosto, perdió su batalla contra la Covid-19 el escultor y pintor Ramón Cisnero Tamayo, miembro de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba (Uneac).
Los claustros de la Escuela Elemental “Carlos Enríquez”, la Escuela Nacional de Arte y el entonces Instituto Superior Pedagógico “Blas Roca Calderío” le acogieron como estudiante en la adolescencia y primera juventud. Luego, la propia Elemental, la Academia Profesional y el Taller “Arsenio Martínez” fueron testigos del trabajo creador, de su tesón y carisma.
Su obra escultórica puede verse emplazada por toda la ciudad, cuyas heridas, causadas por el paso inmisericorde del tiempo, dolían tanto al artista que durante buena parte de este siglo se reflejaron en su pintura. El “Salón de Premiados” del Museo Nacional de Bellas Artes (1990), el “Regino Botti” (Guantánamo, 1992), la VI Bienal Internacional de Arte “SUBA” (Colombia, 2007), el Festival del Caribe (Santiago de Cuba, 2008) y hasta Tenerife y Tarragona, en España, exhibieron sus creaciones, que inundaron por algo más de tres décadas salones y muestras en Manzanillo y en la provincia. En Bayamo, Las Tunas, Media Luna, Pilón, Troya, Yara, se encuentra también la huella perenne de su labor escultural.
Importa hoy más despedir al hombre que parte, a unos días de cumplir los 53 años, con anhelos y esfuerzos truncados por la pandemia, pero deja su sonrisa y recuerdo en la memoria y el corazón de familiares y amigos; y en el imaginario popular, sus visiones artísticas, su Benny mirando al Guacanayabo. ¡Lleguen nuestras condolencias a todos sus seres queridos!