Resumen: Un estudio de caso sobre el comportamiento de las elecciones en Manzanillo, marzo de 2018.
Por: Delio G. Orozco González.
A pesar de los pesares y no son pocos, la mayoría del pueblo manzanillero -si tomamos en cuenta lo sucedido en el Colegio Electoral No. 1, donde votaron los miembros de los CDR del 1 al 17, correspondientes a la circunscripción 96, zona 125-, votó a favor de los candidatos presentados para la conformación de la Asamblea Provincial del Poder Popular y Diputados a la Asamblea Nacional, órgano que, en la legislación cubana, se conceptualiza como Poder Supremo de la Nación.
El 11 de marzo del 2018, desde las 7.00 am y hasta las 6.00 pm, el colegio electoral, ubicado en la edificación que ocupa la Dirección Municipal de la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC) en la ciudad, abrió sus puertas para acoger 711 votantes quienes debían cumplir con solo dos condiciones: a) poseer 16 o más años de edad y b) no estar privado de derechos civiles y políticos. Las urnas, de plástico y color azul, fueron custodiadas -como es costumbre desde hace cuatro décadas-, por pioneros de ambos sexos; ningún uniformado merodeó por los alrededores; ninguna alteración del orden se reportó en lugar y, dos o tres minutos antes de cerrar el colegio, llegaron tres jóvenes a ejercer su derecho ciudadano de votar por todos, uno, varios, anular la boleta o dejarla en blanco. En una urna se depositaron las boletas de color blanco (Delegados a la Asamblea Provincial del Poder Popular) y en otra las de color verde (Diputados a la Asamblea Nacional del Poder Popular).
De manera transparente y a la vista de los presentes: los miembros de la mesa (cuatro mujeres y un hombre), funcionarios de la organización juvenil a nivel local y provincial, la Delegada del Poder Popular de la Circunscripción, un médico manzanillero residente en Camagüey que casualmente llegaba en esos momentos (amigo de quien estas líneas escribe), y dos vecinos con militancia partidista que siempre apoyan en estos procesos, se abrieron las urnas y computaron las boletas depositadas; primero las de Diputados a la Asamblea Nacional, luego las de los Delegados a la Asamblea Provincial de Poder Popular. Nuestra presencia se limitó a observar el escrutinio de las boletas de los Diputados, hacer apuntes e intercambiar criterios y apreciaciones con el 1er. Secretario de la UJC en la Provincia sobre el acontecimiento, señales y significados ofrecidos por las cifras finales. Los resultados en torno a los Delegados a la Asamblea Provincial no nos interesan; 42 años de existencia han demostrado la inutilidad de este órgano para regentear la conducción del desarrollo equitativo entre los municipios que componen la provincia, tal y como lo establece la Constitución.
Como todo proceso humano, este no estuvo ajeno a errores, siendo el más común las pifias en cuanto a la actualización de los listados. Por ejemplo, del total de los 711 electores empadronados, la Presidenta de la Mesa informó la inclusión de dos fallecidos que, por supuesto, hay que descontar de los electores potenciales, lo que reduce la cantidad real a 709 votantes.
El conteo arrojó un total de 596 boletas depositadas en la urna, lo que arroja un porciento de asistencia al acto electoral de 84%; por tanto, el abstencionismo alcanzó la cota de 16% Ahora bien, del total de boletas computadas, 33 fueron anuladas por los votantes y 21 dejadas en blanco, lo que da un guarismo de 54 (9% respecto al total), dato que, si le sumamos el abstencionismo, nos ofrece un 25% del total del electorado que no está de acuerdo con la forma o el contenido de lo que se dirimió este 11 de marzo. Si comparamos esta cifra con los índices de participación en otros lugares donde el desinterés por lo ciudadano alcanza números de menos del 50%, o la oposición se acerca a unos cuantos votos de tomar el poder (Venezuela) y en otros casos lo toma por mayoría numérica (Argentina), los que detentan el poder en Cuba pueden sentirse tranquilos; pero ojo, mucho ojo; o sea, previsión, los años dorados donde se apreciaba un apoyo a la Revolución de más del 90% es agua pasada y los tiempos siguen cambiando y las señales mostrándose. Es José Martí quien, con pupila futurista, nos sacude: “Prever es la cualidad esencial, en la constitución y gobierno de los pueblos. Gobernar no es más que prever”. Véase si tal necesidad de ver antes que los demás resulta imperativo, que el colegio que sirve de muestra a la presente meditación está enclavado en el centro de la ciudad, a escasas dos cuadras del Comité Municipal de Partido, cuatro del Poder Popular y dos y media del centro de la urbe, donde las carencias y problemas son menos acuciantes que en sitios periféricos o rurales del municipio. Y aunque las condiciones, historia y circunstancias no son las mismas, no debe olvidarse que escasos seis meses antes de la caída del muro de Berlín, las elecciones municipales en la extinta RDA reportaron una asistencia de más del 80% con votos positivos para los candidatos.
Otro elemento que viene siendo reclamo del electorado es el tema de la representación de los Diputados; especialmente aquellos que no residen en el territorio y vienen a este de cuando en cuando o como se dice en buen cubano: “De Pascuas a San Juan”. En esta oportunidad, los datos volvieron a ser consistentes con el deseo de contar con más representantes del territorio y menos de afuera. Entre los candidatos a Diputados que recibieron los votos, había dos locales y un foráneo; pues bien, los tres fueron merecedores del voto unido en 451 oportunidades y del voto selectivo en 91 ocasión. Era de esperar, el no nativo solo recibió 20 boletas mientras los otros dos se repartieron entre ellos 71 papeletas. La mayoría de los cubanos -los manzanilleros entre ellos-, saben que los hombres piensan como viven, no viven como piensan y sin conocer, sin padecer, sin vivir entre los manzanilleros, es difícil se piense, sienta y obre como ellos o en favor de ellos.
Es preciso tener en cuenta que los datos evaluados no son producto de un momento particular como este; o sea, donde la regencia histórica de la Revolución abandona de manera presencial y activa la dirección del país; sino, de una tendencia que viene manifestándose desde hace un tiempo ya. Por ejemplo, en el mismo colegio electoral y con el objeto de elegir el actual Delegado de Circunscripción, ejercicio mucho más democrático; en tanto, la forma de nominar es verdaderamente popular y no para-estatal donde una Comisión de Candidatura -totalmente oficialista-, es la que propone, se empadronaron 658 electores de los cuales solo ejercieron el voto 574 para un 87% de asistencia. En este mismo ejercicio popular, del total de boletas depositadas en la urna (518), los votantes anularon 38 y dejaron 18 en blanco, lo que representa un 10% del total; así pues, si sumamos los que no asistieron y los que manifestaron su opinión en contra de la forma o el contenido, tenemos un 23% de votantes en desacuerdo y, es un secreto a voces, el pobre índice de asistencia a las urnas para la elección de Delegados de la Asamblea del Poder Popular verificado en Manzanillo en noviembre de 2017.
De este acontecer sacaron lecciones las autoridades provinciales y municipales -increíble si no lo hubieran hecho- y comenzaron una ofensiva práctica, mediática y propagandística (la defensa es permitida) para lograr una mayor asistencia a los comicios, además de sugerir el voto unido (propaganda por todos), a pesar de que la ley electoral cubana no contempla el proselitismo político. Plausible fue el control y exigencia para garantizar la venta de pan a la población, el surtido de comestibles en unidades gastronómicas, el expendio de útiles de aseo en las tiendas industriales y la realización de actividades culturales, deportivas, artísticas y recreativas con el objeto ex-profeso de crear un clima local favorable de cara a los comicios; por supuesto, el gobierno más aplaudido es el que mejor atiende las necesidades de sus gobernados. Este intensivo laboreo ad hoc demuestra una de las falencias en la práctica política cubana actual: la falta de sistematicidad sobre el objeto principal de su razón de ser; pues, si de manera continua dicho accionar se hubiese materializado, no hubiera hecho falta el maratón de última hora. Cuesta mucho aprender a los políticos cubanos las lecciones de la Historia, sobre todo, cuando una de las causas de la desaparición de la URSS resultó ser la abrumadora separación entre el pueblo y el aparato político-gubernamental que provocó en el primero un desgano olímpico. Uno de los errores que señaló Frei Betto al Partido de los Trabajores (PT), después de que Lula asumió el poder, estriba en que, mientras se construía el consenso que llevó al obrero minero al poder, la campaña era hombre a hombre, de favela en favela, de parroquia en parroquia, explicando, aclarando y tratando de resolver comunitariamente los problemas; luego, ya en el poder, la labor política se relegó a un lado, los compromisos políticos ocuparon parte importante en la agenda diaria… y en la actualidad, Dilma ya no es presidenta y posiblemente Lula no pueda postularse para un nuevo mandato. Cierto, esta flacidez y desinterés entre un sector de la base del PT no explica por si solo la creciente conservadora; pero, le hace el trabajo mucho más fácil.
Infeliz, en el caso manzanillero y para este 11 de marzo, fue el empleo de contingentes de estudiantes para que, visitando casa a casa, convencieran a las personas de asistir a las elecciones y, preferencialmente, ejecutaran el voto unido. Delegar en otros está considerado una estrategia cuando hemos planificado y hecho bien nuestro trabajo; empero, cuando en virtud de inconsistencias, incapacidad para satisfacer justo clamores o el desconocimiento de sentidas necesidades (para remate de cadenas el año empezó con la clausura de la Fábrica de Calzado), el empleo de tal estrategia constituye despropósito seguro. Alguien pensó que tal proceder daría resultado; sin embargo, el incompleto análisis de todas las variables que influyen en el actual estado de cosas lo llevó a errar. Primero fue el comentario desaprobatorio de la mayoría en torno a la táctica empleada, luego, la confirmación irrebatible: el abstencionismo, en el colegio elegido como estudio de caso respecto a las elecciones de noviembre pasado, creció en tres puntos porcentuales; o sea, de un 13% a un 16%.
Terminan estas líneas con un alerta para los gobernantes y políticos cubanos y una advertencia para los enemigos de Cuba: “El soberano ha hablado, escúchenle.”
Manzanillo de Cuba, 13 de marzo de 2018.
Respecto a las votaciones an Alemania Oriental antes de la caída del Muro, te paso un texto traducido de un famoso libro sobre el tema:
Por Victor Sebestyen*
Berlín Este, Domingo, 7 de mayo de 1989
Era día de votar en las elecciones municipales germano-orientales y todo parecía ir yendo normalmente. Los resultados no eran precisamente reñidos. Cuando se anunciaron, avanzada la tarde, la lista del Frente Nacional de candidatos oficialmente aprobados —los comunistas y sus partidos hermanos— ganó el 98,6 por ciento del voto. En algunos distritos el régimen gobernante durante los últimos cuarenta años probó ser incluso más popular: en Erfurt, alcanzó el 99,6 por ciento y en Magdeburg un impresionante 99,97 por ciento, aunque en Dresden consiguió un mero 97,5 por ciento. Los resultados estaban en línea con las elecciones locales previas, marginalmente mejores que los votos correspondientes de cuatro años antes. Los oligarcas comunistas, ponderando los eventos desde sus chalets de Wandlitz, se pronunciaron satisfechos. Un editorial del órgano del partido Neues Deutschland declaró: “El pueblo de la RDA está determinado a continuar… con éxito por el camino hacia una sociedad socialista avanzada y a fortalecer la patria socialista. Existe una relación de confianza sólida y estrecha unidad entre el Partido y el Pueblo… Los resultados son un paso hacia una mayor perfección de nuestra democracia.”
El hombre a cargo de la comisión electoral, Egon Krenz, de 52 años, aparente heredero de Erich Honecker y arregla-problemas-en-jefe del Partido, parecía contento cuando declaraba que la votación se había conducido enteramente del modo apropiado. Krenz, que había sido un apparatchik comunista durante toda su vida laboral, tenía unos desafortunados y prominentes dientes y por ello recibía el apodo de “Cara de Caballo” en toda Alemania del Este, incluso en los círculos del Partido. Hablando con el estilo al que la mayoría de sus oyentes estaban acostumbrados, dijo: “Los resultados … son una declaración impresionante de apoyo a las políticas de paz y socialismo del Partido de la clase trabajadora.”
Votar en Alemania del Este era un proceso diferente al ejercicio del sufragio en una democracia occidental. En un centro de votación germano-oriental, los votantes se presentaban frente a una mesa de dos o tres funcionarios de la comisión electoral, presentaban sus documentos identificativos y se les daba una papeleta. Votar por un candidato aprobado oficialmente era sencillísimo: simplemente se doblaba el papel y se colocaba dentro de una caja junto a la entrada del centro de votación. Votar de otro modo era desalentador y requería coraje. Había que cruzar la habitación para marcar una papeleta de voto en una cabina para voto secreto, frente a la que al menos un, y a menudo dos, “Vopos,” Volkspolizei o Policías del Pueblo se mantenían en pie. Los nombres de esos votantes se anotaban cuidadosamente y las consecuencias podían ser serias para ellos y sus familias. Se enfrentaban a la expulsión o a la degradación en el trabajo. Los estudiantes podían ser expulsados de la universidad. Con total seguridad, serían vigilados estrechamente por la Stasi.
Los germano-orientales se habían acostumbrado a este proceso electoral a lo largo de cuatro décadas. Generalmente, se conformaban de manera obediente, o no se tomaban el asunto con mucha seriedad. Pero en esta elección había una diferencia. Más gente que antes se había arriesgado y votó valientemente contra el régimen. En esta ocasión un número apreciable de gente sabía con seguridad que los resultados estaban amañados. Por primera vez, en unos pocos centros de votación, los votos se monitorearon. Un pastor luterano de 46 años y voz suave de Berlín Friedrichshain, el Padre Rainer Eppelmann, y unos pocos curas más habían pedido al gobierno que grupos de la Iglesia pudiesen ejercer el derecho consagrado en la constitución de la RDA de que el público observase la emisión de los votos. Se les unieron activistas de unos pocos grupos pacifistas sin experiencia y organizaciones medioambientales que eran toleradas, aunque apenas, por el régimen. El gobierno asintió. Fue un grave error.
Tan pronto como se anunciaron los primeros resultados, los observadores se dieron cuenta de que la elección era un fraude. Sus predicciones sobre la cantidad de gente que había votado contra los candidatos oficiales diferían ampliamente de las pretensiones oficiales. En términos generales, ellos sostenían que entre el 9 y el 10 por ciento había votado No. Entre la gente joven y los estudiantes la cifra era mucho más alta —en algunos lugares, espectacularmente. En la Escuela de Bellas Artes de Berlín, 105 estudianes votaron contra los candidatos oficiales y 102 a favor. Sin embargo, el recuento oficial indicaba 98,5 a favor. En Dresden, el jefe del Partido Hans Modrow sabía que el cuádruple de la cifra publicada oficialmente había votado contra la lista aprobada, pero declaró las cifras amañadas como una cuestión de rutina.
Honecker y sus secuaces se dieron cuenta rápidamente de que no tenían que haber permitido que los observadores se acercasen lo más mínimo a los centros de votación. Durante varios días la televisión de Alemania Occidental estuvo llena de reportajes bien informados sobre cómo se habían amañado las elecciones. A menudo se repetía el punto de que unas semanas antes en la Unión Soviética había habido unas elecciones de algún modo libres —al menos el recuento parecía haber sido correcto. En Polonia estaban previstas unas elecciones dentro de un mes donde se iba a permitir que se presentase una oposición genuina. Sin embargo, en Alemania Oriental el régimen persistía con una anticuada elección robada al estilo del bloque soviético, donde se esperaba que gente inteligente se creyese que apenas un ciudadano cada cien se oponía al régimen.
Esta fue la primera vez en que la televisión de Alemania Occidental jugó un papel serio en la política de la RDA. La mayoría de los germano-orientales la veían —excepto alrededor de Dresden, donde por algún motivo no había cobertura. Aquella área se llamaba El Valle de los Desorientados. Las caras de muchos presentadores germano-occidentales eran tan familiares como las de los presentadores de su propia televisión. En general, la gente miraba la televisión de Alemania Occidental por entretenimiento; la televisión de Alemania Oriental era excepcionalmente aburrida y jamás mostraba películas ni series americanas. Hasta entonces, los noticieros de Alemania Occidental había tenido un impacto marginal, pero eso estaba empezando a cambiar. Los televidentes podía ver interpretaciones alternativas de la realidad de Alemania Oriental emitidas en sus salas de estar y en su propio idioma. Si querían —y cada vez más gente lo quería— podían ver media hora del boletín de noticias de las 7 de la tarde en la ZDF de la Alemania Occidental, seguida de la emisión de las noticias oficiales del Este a las siete y media, y de las noticias de las ocho y el programa de asuntos de actualidad del canal ARD de la República Federal.
La disponibilidad de medios de comunicación occidentales en Alemania del Este habría de tener un profundo efecto, comenzando por la respuesta asombrada e irritada a la elección fraudulenta. Aparecieron manifestaciones espontáneas, pero pacíficas, en las principales ciudades, al principio reuniendo sólo puñados de personas. Las alegaciones de mala práctica electoral llovieron sobre los comités del Partido por todo el país. La propaganda gubernamental pretendía que eran “calumnias infundadas inspiradas en los medios de comunicación occidentales y agentes del imperialismo en un intento de difamar al Estado.” Sin embargo el público sabía que versión de la verdad alemana era la creíble. En la iglesia de Berlín Friedrichshain, una semana tras la votación, se reunieron 400 personas para formular una carta pidiéndole al gobierno que lanzase una investigación oficial sobre la conducta en las elecciones. Cuando abandonaban la iglesia aparecieron camiones de la Stasi. Fueron atacados por los guardias de seguridad con palos y porras. Se llevaron unos veinte a los cuarteles de la Stasi, donde fueron apaleados más a fondo.
Más tarde los jefes comunistas admitieron el fraude. Alguien en la dirección había calculado que habría una proporción de “disentimiento” del 5 al 7 por ciento. “Sin embargo los jefes de distrito estaban convencidos de que el Partido quería mejores resultados.” Günter Schabowski dijo: “las cifras fueron inventadas. Los funcionarios lo aceptaron… como su tarea en la vida y se pusieron a ello. Los hicieron por hábito y por disciplina hacia el Partido.”
Los jefes del Partido en Berlín no necesitaban de ninguna elección para que les dijesen que la oposición estaba creciendo. Reportes precisos de la Stasi sobre el nivel de descontento llegaron a Mielke, aunque no está claro cuántos se mostraron a Honecker. Uno, presentado por un oficial de alto rango en los cuarteles de Normannenstrasse de la Stasi, indicaba que siempre habían habido gruñidos y quejas entre los trabajadores, pero ahora
el descontento económico está desacreditando al régimen… Los trabajadores están expresando abiertamente sus dudas sobre la objetividad y credibilidad de las hojas de balance y resultados económicos publicados por los medios de difusión masiva de la RDA. Frecuentemente los trabajadores exigen que les mantengan informados sobre los problemas y sus soluciones… cuando hablan con visitantes de Alemania Occidental desprecian las capacidades productivas de su propia economía y las condenan… En un grado creciente, las manifestaciones de indiferencia y resignación están aumentando. Los ciudadanos de la RDA que vuelven del extranjero en visitas familiares glorifican Occidente… y, en general hablan de la superioridad del capitalismo.
Un informe que aterrizó sobre el despacho de Mielke por la época de las elecciones locales, preocupó al jefe de la Stasi. Este sí que llegó al resto del liderazgo supremo. Decía que había un aire de tristeza y depresión dentro de los rangos bajos y medios del propio Partido. “Hay una desmoralizacion extendida,” decía. “El Pueblo ya no cree en los objetivos del Partido y del gobierno. Tales actitudes eran especialmente evidentes entre aquellos que hasta entonces eran socialmente activos pero se han vuelto … cansados, resignados o finalmente han abandonado.” Aparentemente con la misma eficacia de siempre, la Stasi calculó el número de opositores en un informe enviado a Mielke y, en esta ocasión, circuló hasta Honecker unos días despues de las elecciones. Había 160 grupos desperdigados —“incluyendo pacifistas, feministas, ecologistas… participan 2.500 personas y 600 están en posiciones de liderazgo… el núcleo duro del activismo lo forman 60 personas.”
Era una subestimación, pero no excesiva en los primeros días del verano de 1989. No emergió nadie como figura inspiradora, a la manera de Lech Walesa en Polonia, o con la reputación de Václav Havel, en la República Checa. Algunos pastores protestantes eran políticamente activos, como Eppelmann en Berlín, que había sido albañil y había pasado nueve meses en prisión por negarse a hacer el servicio militar. Como mucha gente que acabó en el clero de Alemania Oriental, Eppelmann se recicló como estudiante de teología por razones prácticas, más que espirituales: “Me pregunté, ¿en qué te puedes convertir para lograr una vida de lucha, e incluso feliz en este país? La única respuesta que se me ocurrió fue: pastor. Unicamente el estudio de la teología fue capaz de ofrecerme un poco de libertad mental.” Christian Führer, pastor de la bella y famosa Iglesia de Nikolai en la segunda ciudad de Alemania Oriental, Leipzig, había fundado originalmente un grupo pacifista a mediados de los ochenta para hacer campaña por el desarme nuclear a ambos lados del Telón de Acero. Al principio el régimen permitía esos grupos pacifistas, e incluso los fomentaba, pensando que eran inofensivos y tan irritantes para el Oeste como el Este. Sin embargo la congregacion de Führer se convirtió en una espina clavada en la carne de Honecker. Comenzaron manifestaciones sistemáticas después de los rezos cada lunes por la noche a partir de la semana de las elecciones amañadas. Al principio sólo asistían unos pocos cientos; pero durante el verano la cifra creció hasta los miles.
Sin embargo, las iglesias estaban fuertemente comprometidas con el régimen y sólo unas pocas querían tener algo que ver con la política de la oposición. El biólogo Frank Eigenfeld deseaba fundar un grupo pacifista en Halle, unos 140 kilómetros al sudoeste de Berlín. “Teníamos problemas básicos con las iglesias,” decía. “Teníamos problemas para encontrar habitaciones para que se reuniese la gente. Dependíamos de parroquias para que apoyasen nuestros esfuerzos y ayudasen a facilitar salas para los grupos de base. En la mayoría de los casos era difícil encontrar apoyo. En Halle unicamente tres de un total de catorce parroquias nos facilitaron espacio para nosotros… la mayor parte de las iglesias no querían saber nada de nosotros.”
El grupo secular más conocido fue la Iniciativa para la Paz y los Derechos Humanos, establecida por la artista de 43 años Bärbel Bohley y su socia Werner Fischer. En enero de 1988 fueron arrestadas en una manifestación que marcaba el aniversario de la muerte de Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht, dos de los fundadores del Partido Comunista Alemán y heroes del panteón marxista. Su ofensa fue desplegar una bandera donde se ponía con letras grandes uno de los lemas más famosos de Luxemburgo: “La libertad es la libertad para pensar distinto.” A Bohley le dieron la opción de permanecer en la cárcel o abandonar el país. Después de que unas cuatrocientas personas se manifestasen en Berlín protestando por el tratamiento que recibía, alcanzó un compromiso con el Partido que necesitó de la aprobación del mismísimo Honecker. Se fue a vivir a Gran Bretaña durante seis meses, hasta que le permitieron volver. En mayo de 1989 estaba de vuelta en Alemania Oriental dirigiendo nuevos grupos de protesta y comités de ciudadanos que el régimen calificaba como “grupúsculos ilegales.”
Sin embargo, poca gente estaba interesada en negociar con los comunistas o alcanzar un compromiso con ellos. Algunos jóvenes emprendedores germano-orientales buscaban nuevas maneras de mostrar cómo se sentían. Cinco días antes de las elecciones municipales, la televisión de Alemania Occidental había emitido una transmisión especial desde la frontera entre Hungría y Austria. Los soldados húngaros estaban cortando la alambrada —el Telón de Acero— y abriendo la frontera con Occidente. Era un espectáculo extraordinario, que les mostró a algunos germano-orientales cómo salir de su nación-prisión. Si no podían escalar sobre el muro, hacer un tunel bajo él, o volar sobre él, quizás había una manera de rodearlo. Unos pocos, al principio, empezaron a hacer su camino hacia Hungría, confiando en que nunca tendrían que volver a la RDA.
*Tomado de Victor Sebestyen: Revolution 1989, The Fall of the Soviet Empire, Weidenfeld & Nicolson, agosto del 2009.