Manuel Navarro Luna.

Resumen: Breve biografía de Manuel Navarro Luna, escrita por su hijo Gustavo Navarro Lauten.

Nació Manuel Navarro Luna en Jovellanos, provincia de Matanzas, el día 29 de agosto de 1894. De padre aragonés y de madre cubana. Zacarías Navarro Pérez se llamaba el primero, y era natural de Zaragoza y Capitán del Ejército Español; y la segunda, Martina Luna Yero, oriunda de Sancti-Spíritus e hija del Coronel del Ejército Libertador Don Francisco Luna.

Seis meses después de su nacimiento, y a raíz del estallido de la Guerra de independencia en febrero de 1895, el Capitán Zacarías Navarro Pérez, padre de Navarro Luna, muere cobardemente asesinado en la provincia de Las Villas por los propios españoles, cuando éstos descubren que el joven oficial había abrazado la causa de Cuba Libre. Por ese motivo su viuda, Martina Luna, con sus cuatro pequeños hijos, tuvo que trasladarse a Manzanillo, provincia de Oriente, donde residía un hermano nombrado Antonio, que la había mandado a buscar al enterarse de la muerte de su esposo.

Poco tiempo después de encontrarse viviendo en Manzanillo, muere repentinamente aquel hermano que tanta protección le brindara, quedando de nuevo Martina y sus cuatro hijos en el más completo desvalimiento. La madre de Navarro Luna entonces se vio obligada a realizar las faenas más duras y fatigosas para mantener a sus pequeños. Andando los días, y al cabo de muchos esfuerzos y sacrificios innumerables, se dedica al ejercicio de la enseñanza, al cual estuvo vinculada casi hasta la misma fecha de su muerte, a la edad de 104 años, constituyendo así un caso excepcional de longevidad física e intelectual.

Fue la madre de Navarro Luna quien enseñó a éste las primeras letras. Luego pasaría a una escuelita municipal, que muy pronto tuvo que abandonar -urgido por las necesidades de su familia- para dedicarse a los más disímiles y sorprendentes menesteres. Y así, sucesivamente, se le vio desempeñar el oficio de limpiabotas, el de mozo de limpieza, el de sereno y también el de buzo, durante los trabajos de recuperación de los numerosos cascos de hierro de los buques españoles que yacían en el fondo de la bahía manzanillera desde la época de la guerra hispanoamericana. Más tarde aprendió el oficio de barbero, iniciándose asimismo en el estudio de la música. Nunca más pudo concurrir a una escuela, pero leyó y estudió con una intensidad y una perseverancia sin precedentes. Se hizo, pues, un autodidacta en el cabal sentido de la palabra.

Sus primeros versos aparecen en 1915, en las revistas literarias «Penachos», «Céfiro», «Orto» y otras publicaciones de Manzanillo, como los periódicos «La Montaña», «La Tribuna» y «El Debate». Inmediatamente pasa a formar parte del Grupo Literario de aquella ciudad. El primero de mayo de ese propio año, es decir, dos años antes de estallar en Rusia la Revolución de Octubre de 1917, en un acto organizado en Manzanillo por Agustín Martín Veloz para conmemorar el Día Internacional del Trabajo, Manuel Navarro Luna, que por aquella fecha tenia solamente veintiún años de edad, leyó un soneto titulado «SOCIALISMO», donde brotaba ya, con pujanza precoz y avasalladora, la sensibilidad revolucionaria del poeta. Este soneto se publicó algunos meses después en la revista «Orto» -en el número correspondiente a diciembre de 1915 y decía así:

Socialismo

Para Agustín Martín Veloz y Alberto Reyes.

Vano es luchar: La podredumbre suma
todo lo invade y lo corrompe todo.
Si el mar no forma en la ribera espuma
es porque la ribera tiene lodo.

Impera la estulticia de tal modo
que a su presencia la verdad se esfuma
El que lucha se queda en un recodo
del camino, tendido antre la bruma.

Mientras la humanidad no se renueve,
mientras al hambre por demás aleve
el hombrre tema como a un negro abismo

no alzará su bandera victoriosa,
su bermeja bandera esplendorosa,
el Supremo Ideal del Socialismo.

El soneto parece fatalista, pero no lo es, sin embargo. Es más bien un anuncio de que mientras existan hombres incapaces de todo sacrificio, conformes con la podredumbre que todo lo invade y lo corrompe todo, y sordos a la injusticia y al dolor de los oprimidos, no podrá surgir el destacamento de Vanguardia capaz de tornar en realidad el Supremo Ideal del Socialismo que invoca el poeta. Pero lo más importante de este dato es, que ya por ese tiempo las ideas redentoras del Socialismo bullían en su mente e inflamaban su corazón y se verifica aún más si se tiene en cuenta la dedicatoria de aquel soneto: Agustín Martín Veloz (Manzanillo) es el fundador del Partido Comunista en Manzanilla y uno de los más destacados precursores del socialismo en Cuba. Y Alberto Reyes fue también otro notable militante socialista de Oriente.

De esta misma época (30 de octubre de 1917) es el poema que Navarro Luna titulara «REVOLUCION», inspirado en la gigantesca y victoriosa jornada proletaria que acababa de librarse en Rusia y que iba a representar uno de los más grandes acontecimientos históricos de este siglo. Decían así las dos estrofas finales de este poema:

Pero todos aquellos que azotaron la esclava
Carne nutrida de dolores,
arderán en la hoguera devoradora y brava
que atizó la iracunda mano de los rencores.

Las lejanas antorchas anuncian el instante
de la liberación.
Del universo en ascuas saldrá la delirante
REVOLUCIÓN…!

Corría el año 1919 cuando Manuel Navarro Luna publicó su primer libro de versos, titulado Ritmos Dolientes, en la Editorial «El Arte» de Manzanillo. Con el producto de la venta de este libro el poeta le regalaría una casa a su madre, donde ésta fundó la escuela que hubo de llevar su nombre: «Doña Martina». A pesar de ser un libro de extrema juventud, que se hallaba inmerso en una atmósfera intimista, Ritmos Dolientes venia a reafirmar, sin embargo, la honda y acuciante preocupación social que desde años atrás martillaba el espíritu de su autor. Léase el soneto «Nochebuena», tomado de este libro, y se comprenderá enseguida el sentimiento que lo inspira:

Nochebuena

Al tenue resplandor que derramaba
el astro de la noche, en la coqueta
polvorosa ciudad, yo caminaba
con la calma de un viejo anacoreta.

Mientras veía de placer inquieta
la alegre muchedumbre que ambulaba
melancólicamente, en la secreta
angustia de los pobres meditaba.

¡Cuántos habrá -pensaba en esta noche,
cuando haciendo de júbilo derroche
ruedan las almas en beodo enjambre-

que en su tugurio mísero y sombrío
no hallen con qué abrigarse y sientan frío,
no encuentren qué comer y tengan hambre!

Tres años después, en 1922, publica Navarro Luna su segundo volumen de versos con el nombre de Corazón Adentro. No son pocas las figuras ilustres que saludan esta obra con admiración: Bonifacio Byrne, Enrique José Varona, Medardo Vitier, Agustín Acosta, José Manuel Poveda, Néstor Carbonell, José María Chacón y Calvo, Luis Felipe Rodríguez y otros.

En 1927 aparece Refugio, bello poemario de amor consagrado a la compañera entrañable de toda su vida, Guillermina Lauten Zayas. A principios de este mismo año conoce en La Habana a Juan Marinello, cuya amistad habría de constituir uno de los capítulos más trascendentes y conmovedores en la vida del poeta.

Manuel Navarro Luna recitando su poesía.

Un año más tarde, en 1928, sale a la luz Surco, primer y único libro de vanguardia publicado en Cuba, que vino a fijar un hito importantísimo en la historia de la poesía cubana contemporánea. En la actualidad, y a pesar del tiempo transcurrido desde su publicación, este libro sigue siendo objeto de estudio por parte de los jóvenes poetas y de los estudiantes de literatura de nuestra tierra. Muestra de ello es la carta que en marzo de 1953, cuando se encontraba trabajando en su tesis para el Doctorado en Filosofía y Letras, Roberto Fernández Retamar -hoy una de las grandes figuras de nuestra lírica- le dirigió a Manuel Navarro Luna. Dice así dicha carta en uno de sus párrafos:

Surco es un libro de enorme interés en nuestra poesía. Hay que decir de él lo que alguien dijo jocosamente de Dios: si no existiera tendríamos que inventarlo. Es el ejemplo más patente de nuestro vanguardismo, con su pujanza y su ingenuidad. Esto se ve especialmente al leer -como hecho en estos días- la colección de la «Revista de Avance». De ella se levanta una época, una de cuyas cifras más definitivas fue dada por su libro.

Aquellos fueron para Navarro Luna años de intensa labor creadora, años de trajines por caminos de sementera. Así, pues, en 1925 publica Siluetas Aldeanas y en 1930 Cartas de la Ciénaga, ambos en prosa. Estos dos libros revelan una nueva y riquísima arista en la personalidad literaria de Navarro Luna, pues en ellos la ironía y la sátira más punzantes van enlazadas a un profundo sentido patriótico y heroico. Tanto en Siluetas Aldeanas como en Cartas de la Ciénaga, su autor ridiculiza y pone en pública vergüenza a los falsos figurones de la política y la sociedad burguesa de aquella época. Por esos mismos días visitaba Cuba el gran polígrafo Américo Castro. Después de pronunciar varias conferencias en La Habana es invitado, con el mismo fin, por la «Colonia Española» de Manzanilla. Como siempre ocurría cuando iban a esta ciudad oriental personalidades ilustres, el autor de «Castilla la Gentil» visitó, antes de dar su conferencia, la casa solariega de la calle Plácido donde vivía Manuel Navarro Luna. Allí dialogaron largamente sobre el futuro de España y el porvenir de las letras cubanas. La noche de la conferencia el local de la «Colonia» era un hervidero de gente. Hecho el silencio de rigor, cuando uno de los ejecutivos levantó la copa para brindar por Américo Castro, éste preguntó:

-¿Dónde está Manuel Navarro Luna, que no lo veo en la presidencia?

Alguien respondió secamente

-Ese señor no ha sido invitado… No puede estar aquí entre nosotros.

-¿Por qué? ¿Cuáles son las razones? -indagó molesto el Catedrático de la Universidad Central de Madrid.

-Porque Navarro Luna despotrica contra los españoles honorables de la «Colonia».

-Esto no es cierto -ripostó indignado Américo Castro-. Sepan ustedes que este cubano distinguido es más español y más honorable que todos ustedes juntos. Y si él no está entre nosotros -agregó-, pueden dar por terminado el acto, porque yo me retiro…

Sale entonces corriendo una comisión integrada por cinco miembros de la Directiva en busca de Navarro Luna. Después de recorrer ansiosamente todo el pueblo, encuéntrale por fin en la casa de su madre, tomando café. Le cuentan lo que sucede y, tratando de disimular como pueden su abochornado rencor, le piden disculpas al poeta y le ruegan que vaya con ellos. Este, comprensivo, accede. Momentos después América Castro y Manuel Navarro Luna se abrazan de nuevo en la presidencia, diciendo el primero: -Ahora sí podemos comenzar.

En el año 1929 ingresa Manuel Navarro Luna en DEFENSA OBRERA INTERNACIONAL, desarrollando dentro de esta organización una labor incansable y ejemplar. Baste decir, para ilustrar adecuadamente esta fase de su actividad revolucionaria, que Navarro Luna -consciente del papel que las instituciones del derecho burgués desempeñaban dentro de la sociedad capitalista como instrumentos para encubrir las peores injusticias y para consagrar hipócritamente la inviolabilidad de la propiedad privada sobre los medios de producción-, resuelve hacerse Procurador Público para así servirles mejor, desde su puesto en DEFENSA OBRERA INTERNACIONAL, a los obreros y campesinos de su comarca que de manera inicua y brutal sufrían la explotación derivada de aquel régimen. Solo, sin maestros, estudiando furiosamente día y noche, robándole horas al descanso y al sueño, Navarro Luna logra, en menos de tres semanas, aprobar los exámenes para Procurador que se llevaron a efecto en Santiago de Cuba en los últimos días del mes de diciembre de 1929. Este acontecimiento marca para él una multiplicación de sus responsabilidades políticas, pues su nueva investidura de Procurador al servicio de los humildes y desheredados lo lleva a enfrentarse, con la mayor firmeza y energía, a los voraces latifundistas y a los patronos sin escrúpulos que por entonces eran dueños de vidas y haciendas en toda la zona de Manzanilla. Tal actividad lo hace víctima de enconadas persecuciones y frecuentes arrestos que no consiguen, empero, restarle decisión y combatividad en su lucha.

Fueron muchos los procesos en que se vio envuelto Navarro Luna tratando de defender el derecho de los pobres al pan, al trabajo y a la tierra. Citemos aquí, a modo de recordación, el caso de aquel viejo mambí Lugarteniente del General Amador Guerra. El patriota recibió una orden de la Guardia Rural en la cual se le conminaba a abandonar la finca que de modo ininterrumpido venía ocupando y trabajando desde hacía más de treinta años, apercibiéndosele de que, si no acataba dicha orden, sería lanzado al camino real en unión de su familia. Enterado de esto, Navarro Luna se armó de bizarría y de Ley al mismo tiempo. Y luchó no sólo contra el terrateniente que codiciaba la tierra del mambí para extender aún más su latifundio, sino también contra los jueces venales, contra la Guardia Rural y contra los procedimientos canallescos que el soborno y la intriga habían entronizado en la administración judicial, logrando al fin, luego de un esfuerzo heroico y sostenido, la permanencia del viejo patriota sobre su tierra. Días después, aquel Lugarteniente del General Amador Guerra, campesino precarista en su República traicionada, llegaba a la casa del poeta, le daba las gracias por su generosidad y, llorando de emoción, le entregaba como recuerdo la bandera que había ondeado en el Grito de Bayate y el machete que él empuñara en aquel histórico lugar junto a su jefe, el General Amador Guerra.

Eran aquéllos, meses de febril actividad para el poeta. Los estudios de marxismo-leninismo, iniciados años atrás, entran ahora en un periodo de frenética y constante sistematización, ante el auge cada vez mayor que va tomando en Cuba el movimiento obrero, y los mismos. Iban alternándose, acompasadamente, con los quehaceres literarios y con las luchas político-sociales.

Y así, al alborear el año 1930, ingresa Navarro Luna en las filas del Partido Comunista, movido por una convicción sólidamente forjada en el estudio y en una larga y aleccionadora experiencia revolucionaria.

Mantiene por entonces una copiosa e incesante correspondencia con las más altas figuras de las letras americanas. A su justo renombre como poeta, se unía ya un enorme prestigio como orador de gran vuelo y de formidables recursos persuasivos. «Su oratoria -ha dicho cierteramente el Indio Naborí- era de ímpetu épico y de aliento poemático. Jamás la improvisación logró una sintaxis tan puntual ni la palabra se llenó de tanto calor de sangre y tanta flor de énfasis. Su voz era hermosa, metálica, levantadora. Y pocas veces el lenguaje, sin un trabajo previo, pudo, como en el caso de Navarro Luna, cabalgar tan felizmente sobre un tema».

La noche del 30 de septiembre de 1930 se organiza en Manzanilla un mitin relámpago en protesta por el cobarde asesinato del estudiante Rafael Trejo, cometido ese mismo día en la ciudad de La Habana. Con palabra serena y brillante Navarro Luna hace el resumen de aquel acto, condenando valientemente al régimen usurpador de Machado, cuyas garras no sólo habían despedazado nuestras libertades sino que, además, ahogaban en sangre cualquier intento de los cubanos por reconquistarlas. El mitin pudo terminar, no obstante el severo acoso policial y las graves amenazas que se alzaban contra sus participantes. Pocos minutos después, sin embargo, al llegar a su casa, Navarro Luna era arrestado y conducido a la Jefatura de la Policía de aquella ciudad. Por espacio de cuatro días permaneció el poeta incomunicado en un calabozo hasta que, gracias a las diligentes y eficaces gestiones realizadas por la Asociación de la Prensa y el Grupo Literario de Manzanilla, fue puesto en libertad. Una vez conseguido esto, y frente a la inseguridad reinante, Navarro Luna se traslada subrepticiamente para la ciudad de Santiago de Cuba, donde permanece escondido por espacio de varios días en la casa de su amigo el Dr. Actividades Poveda. Pasa luego a ocultarse en otro lugar más seguro que le proporciona el periodista Jaime Suárez Silva, ya que el Dr. Poveda era también objeto de vigilancia por su posición antimachadista.

Al cabo de un mes decide regresar a Manzanillo para reintegrarse a los deberes que le imponían aquellos instantes decisivos para Cuba.

El ingreso de Navarro Luna en el Partido Comunista, en medio de la orgía de sangre desencadenada por Machado y sus sicarios, hubo de marcar para él, como era natural, una época de inseguridades personales y de quebrantos económicos. Sobreponiéndose a todas esas contingencias oportunamente previstas, no deja de estudiar, de trabajar y de producir. Así, pues, en 1932 publica en La Habana su libro Pulso y Onda que 10 consagra definitivamente como uno de los grandes poetas de Hispanoamérica. Este libro fue saludado con entusiasmo y reverencia por insignes personalidades de la literatura en todo el mundo, como Henri Barbusse, Ernest Toller, Ludwig Renn, Konstantin Simonov, Louis Aragón, Juan Ramón Jiménez, Ramón Gómez de la Serna, Pablo Neruda, Alfonso Reyes, Jorge Icaza, Manuel Ugarte, Carlos Sabat Ercasty, Juan Marinello, Gabriela Mistral, María de Villariño y Juana de Ibarburu. Pulso y Onda es, como sabiamente ha dicho Ángel Augier, «la expresión de los conflictos del hombre ante la sociedad y las luchas sociales, dentro de una intensa temperatura lírica».

En 1934, ya derrocada la dictadura de Machado y mediatizada de nuevo nuestra soberanía por la ingerencia yanqui, vuelve Navarro Luna a sufrir prisión, esta vez por espacio de varios meses, en la: Cárcel Provincial de Santiago de Cuba. Sale de allí con la salud maltrecha, pero se reincorpora con renovados bríos a las luchas de su Partido. Organiza casi enseguida una huelga de chóferes en Manzanillo y esto le gana una nueva detención. Los cargos, sin embargo, no pueden probársele y es absuelto en un juicio donde el poeta asumió brillantemente su propia defensa.

Por esos días visita a Rubén Martínez Villena en su lecho de muerte y entabla una firme amistad con Pablo de la Torriente Brau, con quien sostiene, además, un nutrido e interesante intercambio epistolar.

La publicación de su libro La Tierra Herida, en 1936, viene a representar para él un nuevo y resonante triunfo como poeta dentro y fuera de Cuba. Las voces intelectuales más destacadas del Continente se conciertan para exaltar la grandiosa significación poética revolucionaria de este libro. José Portogalo, el magno poeta argentino, al enjuiciar La Tierra Herida en las páginas de la revista COLUMNA, de Buenos Aires, afirmaba 10 siguiente: «Con Nicolás Guillén en Cuba y Pablo Neruda en Chile, Manuel Navarro Luna se emparenta al porvenir por el resuelto ademán de su poesía y su corazón maduros». El acento profético de este libro vendría a confirmarse treinta años después, cuando la Reforma Agraria que el poeta vislumbró en sus cantos, se convirtiera en realidad can el triunfo de la Revolución encabezada por Fidel Castro. «Nadie puede negar -diría José Antonio Portuondo en carta dirigida a Navarro Luna con fecha 27 de septiembre de 1959- que tú has sido en Cuba, con muchos años de antelación, el Poeta de la Reforma Agraria».

La Guerra Civil Española encuentra a Navarro Luna, como siempre, en su puesto militante. El poeta forma parte del Comité de Auxilio al Pueblo Español que se constituye en La Habana, y que luego va ramificándose en filiales por toda la isla. El inmenso y agotador esfuerzo que realiza dentro de este Comité trae como consecuencia que su salud se resienta nuevamente. Mas Navarro Luna tiene la satisfacción de ver que, gracias a la labor de su Partido, Cuba se convierte en el país latinoamericano que mayor número de hombres logra enviar a suelo español, para defender a la República de la agresión falangista respaldada por las fuerzas del nazi fascismo. En aquella contienda mueren hombres como Pablo de la Torriente Brau, y Navarro Luna escribe su vigoroso poema titulado «SALUD, COMISARIO», dedicado a la memoria del inolvidable compañero caído en España.

Manuel Navarro Luna haciendo uso de la palabra.

En el año 1940 es elegido «Paquito» Rosales para ocupar la Alcaldía de Manzanillo, después de librarse una histórica batalla electoral contra los peores intereses reaccionarios, que habilidosamente Se habían conjurado con el propósito de torcer la voluntad legítima del pueblo. Aquel triunfo sin precedentes, que convirtió a «Paquito» Rosales en el primer alcalde comunista de Cuba, se debía, en enorme medida, a la gran capacidad de maniobra de que hizo gala Navarro Luna mientras dirigió, desde las oficinas del Partido Socialista Popular, instaladas entonces en la calle Plácido entre las de Loynaz y Quintín Banderas, todo el proceso de aquella campaña. Desde el Departamento de Cultura abierto “Paquito” Rosales en su alcaldía, Navarro Luna realizó una gigantesca labor que tuvo la virtud de renovar las inquietudes literarias de Manzanillo, y al calor de la cual visitaron dicha ciudad, durante aquel período, los más notables exponentes de la intelectualidad cubana. Por esta época realiza también frecuentes viajes a La Habana y colabora con asiduidad en el periódico HOY, órgano del Partido Comunista de Cuba.

Al desencadenarse la II Guerra Mundial en 1939, Navarro Luna, desde las filas de su Partido, se incorpora de lleno a la lucha contra la amenaza nazi fascista. Con ese motivo viaja de un lado a otro de la Isla, ofreciendo recitales y dando conferencias para allegar fondos que habrían de destinarse a socorrer a los pueblos de Europa azotados por la barbarie hitleriana.

En 1943 publica sus Poemas Mambises, donde el poeta les canta a los fundadores de nuestra nacionalidad. Estos poemas constituyen una nota nueva y sugestiva en la trayectoria lírica de Navarro Luna, que logra comunicar al en decasílabo una majestad sinfónica.

El 22 de enero de 1948 es asesinado Jesús Menéndez en la Estación del Ferrocarril de Manzanilla, por orden del imperialismo norteamericano. El cadáver del gran líder es trasladado inmediatamente, por indicaciones de Navarro Luna, para el local del Sindicato Fraternidad del Puerto, lo cual desorienta a la soldadesca que ya se mostraba visiblemente atemorizada ante la impetuosa e incontenible movilización popular en protesta por lo ocurrido. El Gobierno quiere, sin embargo, enmascarar el crimen, darles a los hechos un carácter distinto del que en realidad tienen. Y a esos fines trata de llevarse el cadáver para Santiago de Cuba, con el pretexto de practicarle la autopsia en aquella ciudad. Navarro Luna comprende enseguida la estratagema y, sin perder un segundo, localiza a los dos médicos forenses de Manzanilla y los introduce en et Sindicato, burlando hábilmente la vigilancia del Ejército y la Policía. Los dos forenses, Dres. Juan Borbolla Téllez y Ángel A. Ortiz, dando muestras de una gran entereza de ánimo y de una honestidad profesional a toda prueba, practicaron allí mismo, en una sala del Sindicato, la autopsia del cadáver de Jesús Menéndez, expidiendo a continuación, y a instancias de Navarro Luna, un certificado médico donde se dejaba consignado que los tres proyectiles que segaron la vida del inolvidable líder, tenían su orificio de entrada por la espalda. Con ello se desplomaban los planes del Gobierno para desvirtuar el crimen y sus consecuencias políticas. Días después, Navarro Luna se personaba como acusador privado en la causa radicada en el Juzgado de Instrucción de Manzanillo con motivo de aquel asesinato. Esta acusación se levantaba ante las mismas fauces del peligro, pues no hay que olvidar que Navarro Luna vivía frente a la casa del asesino. Ello evidenciaba, una vez más, el valor personal sin límites del poeta.

Dos meses más tarde, y por orden del asesino de Jesús, Navarro Luna es detenido y conducido, en unión de Juvencio Guerrero, Juan Guillermo Rosales (hermano de «Paquito»), Antonio San Miguel, Fernando Casadevall y Rafael Avilés -todos miembros del Partido Comunista-, a las oficinas del SIM en Santiago de Cuba. Allí permanecieron confinados durante quince días y sometidos a una vejaminosa y estéril investigación. Las acusaciones no pudieron concretarse porque ni una sola palabra, ni una sola evidencia, consiguieron obtener los agentes represivos de aquellos detenidos, que finalmente fueron puestos en libertad.

Durante estos años sombríos, de constante represión y de entrega sistemática al imperialismo norteamericano, no decaen las esperanzas del poeta por conquistar un mundo mejor, un mundo sin explotados y sin explotadores: el mundo feliz del Socialismo. Trabaja sin descanso en las tareas del Partido y ordena los materiales de un libro inédito que piensa publicar y que se titula Los Poemas del Padre.

A mediados de 1949, y después de pronunciar una conferencia en la ciudad de La Habana en memoria de Alfonso Hernández Catá, es detenido nuevamente, esta vez en compañía de su entrañable amigo el Dr. Luis Díaz Soto. Ambos son conducidos a las oficinas del BRAC, y, después de un amenazador interrogatorio de varias horas, dejados en libertad.

La muerte de su madre, en abril de 1951, representa para Navarro Luna el acontecimiento más doloroso y estremecedor de su vida. Con ese motivo publica su hermosa elegía Doña Martina, donde el poeta canta, en décimas de corte insuperable, al recuerdo de aquella viejecita excepcional que estuvo enseñando a leer y a escribir hasta la edad de 104 años. Estas décimas elegíacas añaden nuevos laureles a su ya crecida gloria poética, al punto de que no son pocos los profesores de enseñanza media y superior que deciden incluirla como materia de estudio en los cursos de Literatura Cubana.

Al arribar el año 1953, el gobierno de Batista organiza innumerables festejos de carácter oficial para conmemorar el centenario del nacimiento del Apóstol José Martí. En un grandioso acto patriótico y literario celebrado en el local de la revista ORTO el día 28 de enero de ese mismo año, Navarro Luna dice su célebre poema «PADRE NUESTRO», cuyos versos restallan como un rebenque iracundo en la frente del tirano. Una atmósfera de rebeldía llega a enseñorearse de aquel acto, el cual es finalmente disuelto por la policía, viéndose Navarro Luna obligado a ocultarse durante varios días. Mientras tanto, su casa es registrada sin que los allanadores encuentren nada que les interese. Un periodista de La Habana, comentando este incidente, afirmó que el poema «PADRE NUESTRO» había sido la única señal de dignidad en medio de aquella conmemoración envilecida por la hipocresía y el entreguismo.

Durante el año 1955 se dedica de nuevo a componer música. Su inspiración brota como un manantial de puntuales y cristalinas aguas. Y escribe numerosas canciones, boleros, serenatas, criollas, que el Profesor Cándido Estacio y el Maestro Leo Palma, fieles colaboradores del poeta van instrumentando con devoción y meticulosidad ejemplares. La letra de todas estas composiciones, de una ternura doliente y recogida, se funde con la música en una suerte de sortilegio místico y conmovedor, y ambas reflejan el amor del poeta hacia su esposa, hacia sus hijos y hacia sus nietos. Otras, como el vals «MANZANILLO», tienen Un hondo sentido patriótico y revolucionario y son como una exhortación ardorosa y vibrante a continuar la lucha.

Ese mismo año Navarro Luna organiza en Manzanillo un acto en homenaje al poeta Jesús Orta Ruiz (El Indio «Naborí»), que acababa de publicar su hermoso libro Estampas y Elegías. En él tomó parte una gran cantidad de artistas, músicos y poetas de toda Cuba. Fue un acto apoteósico, en verdad, como no se recordaba ninguno en la larga y brillante vida cultural de Manzanilla. Pero si grande fue su éxito como acontecimiento en sí, mayor habría de ser su significación política y revolucionaria. En este aspecto, la interpretación del vals «MANZANILLO», con sus firmes resonancias épicas, constituyó una de las notas más sobresalientes de aquel evento. El propio «Naborí», al recordarlo años después, diría: «La noche del 28 de octubre de 1955 en el Teatro Manzanilla fue, sin duda, una noche inolvidable, en que el machete mambí, la hoz y el martillo, se vistieron de música y poesía para no infundir sospecha».

El día 2 de diciembre de 1956 se produce en Playa Colorada el desembarco de Fidel Castro y su expedición, constituida por 82 hombres, que a bordo del yate GRANMA habían realizado una legendaria travesía para cumplir su promesa de liberara Cuba de la dictadura batistiana o morir en el empeño. Se iniciaba así la epopeya de la segunda independencia.

Con la intensificación de la lucha guerrillera en la Sierra Maestra se recrudecía la represión política en las ciudades. La situación tornábase cada vez más difícil para los militantes del Partido Comunista, que eran perseguidos con la misma saña que los miembros del Movimiento 26 de Julio. A partir de entonces Navarro Luna se ve obligado a trabajar en la clandestinidad la mayor parte del tiempo. Pero esta circunstancia, lejos de silenciar la voz del poeta, no logra otra cosa que fortalecerla y desbordarla, pues la gesta de la Sierra se ofrecía como una cantera inagotable para su inspiración creadora.

Sus poemas de esta época son como una larga clarinada de combate, como un himno poderoso a la rebeldía de nuestra juventud y de todo nuestro pueblo. La muerte de Frank País sacude profundamente la sensibilidad del poeta, y escribe, a raíz de aquel acontecimiento doloroso, su estupendo “SANTIAGO DE CUBA», del cual se hizo luego una larga tirada en mimeógrafo para ser repartido furtivamente, en forma de volante, por todas las calles de aquella aguerrida ciudad oriental. Este hecho motivó que el propio Río Chaviano emitiera la orden de redoblar la persecución contra Navarro Luna. (Este despacho policíaco, expedido por aquel siniestro personaje de la dictadura, habría de ser encontrado, más tarde, en los archivos del SIM en Manzanillo, y hoy se encuentra en poder de la familia del poeta).

Manuel Navarro Luna, presto a hablar, al lado de la campana de la Demajagua.

«El triunfo de la Revolución fue para Navarro Luna -como muy bien ha dicho Angel Augier- como una transfusión de juventud, y la nueva etapa de lucha en el frente interno y en el internacional le dio la oportunidad de mostrarse en todo su tamaño de poeta militante. Su obra poética cobró nuevo impulso, renovados ímpetus al calor de la primavera revolucionaria. En cada ocasión de combate su verso expresaba, en vibrantes estrofas, el sentimiento popular, la palabra de la Revolución». Sus poemas de esta hora, conjuntamente con los Poemas Mambises escritos en 1943, fue ron recogidos en el libro Odas Mambisas publicado en. 1961 por el Ministerio de Educación, en una tirada que sobrepasó los cien mil ejemplares y que ha sido la más grande que se haya hecho en Cuba de obra alguna.

Se inicia por aquellos días la «Limpia del Escambray» y Navarro Luna se moviliza y se interna en las montañas villareñas para decir sus versos y su palabra quemante y arengadora. Ni los muchos años del poeta ni su salud, ya por entonces seriamente quebrantada, le impiden ir de trinchera en trinchera, de avanzada en avanzada, encendiendo de ardor combativo el espíritu de nuestras milicias revolucionarias. Una noche, encontrándose cerca del lugar conocido por «El Nicho», estuvo a punto de perder la vida cuando un contrarrevolucionario disparó una ráfaga contra la cabeza de Navarro Luna y la del Teniente Pérez. Roca, que se hallaba sentado junto a él.

En abril de 1961 se produce el desembarco de Playa Girón, organizado por el Pentágono, y Navarro Luna se traslada inmediatamente a ese lugar y allí se une a las heroicas milicias que en menos de 72 horas habrían de derrotar a los mercenarios pagados y entrenados por el imperialismo yanqui. Sobre el mismo escenario del combate, Navarro Luna es testigo del coraje épico de nuestros milicianos.

Todas estas coyunturas de lucha le inspiran sus Odas Milicianas (1961-1962), que aparecen en la antología OBRA POETICA publicada por Ediciones Unión en 1963. El poeta, conscientemente, se despoja en estos poemas de toda preocupación formal, porque considera que ninguna barrera debe interponerse entre su mensaje y las masas, o entre el mensaje que inspiran las masas y su expresión. A veces acude a prosaísmos, sacrifica a menudo la elegancia verbal, porque son versos que brotan como envueltos en cólera y en sangre frente a la agresión y al crimen.

En agosto de 1964, con motivo de arribar el poeta a sus setenta años de vida, se le rinde en La Habana un grandioso homenaje al cual se adhieren todos los sectores revolucionarios de nuestra tierra. Fue, ésta una celebración altamente conmovedora, porque en ella tomaron parte todos los poetas jóvenes de Cuba, que siempre encontraron en Navarro Luna el estímulo generoso y el aliento tutelar.

Por esa fecha, sin embargo, el corazón del poeta se encontraba exhausto y malherido. Desoyendo los consejos de sus médicos y las advertencias cada vez más frecuentes y alarmantes de la disnea, Navarro Luna sigue trabajando sin descansar porque -según sus propias palabras- «no podía permitir que ninguna enfermedad, por peligrosa y grave que fuese, lo condenara a la inercia y al ostracismo».

Al iniciarse el año 1966,y a pesar de que la doble isquemia cardiaca que padecía mostraba ya su recorrido galopante por el organismo del poeta, éste no dejaba de dar charlas de profundo contenido revolucionario en los más apartados centros de trabajo, no dejaba de escribir versos ni de colaborar asiduamente en el periódico GRANMA.

Cuando la muerte lo sorprende en La Habana, el día 15 de junio de 1966, Navarro Luna se encontraba, como él quería, trabajando para nuestro pueblo y para nuestra invencible Revolución Socialista, a los cuales consagró todas las energías de su vida luminosa y fecunda.

Manzanillo, 7 de junio de 1967.

Centro de Promoción de la Cultura Literaria «Manuel Navarro Luna»

Tumba de Manuel Navarro Luna en el cementerio de Manzanillo.

 

Coplas

Navarro Luna te llamas
y en esta Revolución,
eres la pura canción
y la voz que la proclama.

Hombre de estirpe ejemplar,
en tu radiante universo
es la dimensión del verso
tu sinceridad impar.

Dueño de claros senderos,
de montañas y de ríos,
tú nunca sentiste frío
en tu guerrear verdadero.

Cantaste a la libertad
como ninguno en tu tierra
y por eso de la Sierra
te viene la eternidad.

Las auroras que previeron
tus pupilas y tus cantos,
han vencido ya el quebranto
y en un himno florecieron.

Las aguas de tu amistad
nunca son turbias ni frías,
y no he visto todavía
mayor generosidad.

Rodeado de juventud,
de esperanzas y de anhelos,
has conocido el desvelo
en siembras de pulcritud.

No podrá ninguna daga
herirte por el costado,
pues eres el fiel soldado
de una luz que no se apaga.

La vida que tú has vivido
como una pulida estrella,
es para morir por ella
con el pecho bien erguido.

Podrán los años pasar
y tu aliento sucumbir,
mas tú eres ruta a seguir
y luz para caminar.

Gustavo Navarro Lauten
Agosto 29 de 1964.

Tomado de: Enciclopedia Manzanillo.