Resumen: Datos de cómo el cementerio de Manzanillo, por azares del destino, se vincula con José Martí.
Por: Delio G. Orozco González.
Las necrópolis de Colón en La Habana y Santa Ifigenia en Santiago de Cuba, se distinguen no sólo por su porte arquitectónico; sino, por los restos que reposan en ellos. Por ejemplo, en el caso del campo santo habanero y vinculado con José Martí, pueden mencionarse los restos mortales de sus padres Mariano y Leonor, cuatro de sus hermanas: Antonia Bruna, Leonor Petrona (La Chata), Carmen (La Valenciana), Rita Amelia y los de su hijo José Francisco, mientras en el cementerio santiaguero descansan los del mismo José Martí.
Ahora bien, la necrópolis manzanillera no queda fuera de estos vínculos, pues su seno acoge los restos de dos hombres vinculados al Maestro a partir de la muerte, cualidad portadora de mística trascendencia. Veamos.
El joven Ángel de la Guardia Bello estuvo al lado de José Martí aquel día infausto de mayo; fue este mozalbete el último en verlo vivo, escuchar su palabra y cuyo nombre no bastó para impedir que tres disparos cegaran la vida del Apóstol. Murió Ángel, el 30 de agosto de 1897 en el asalto y toma de Las Tunas e inhumado con posterioridad por sus conmilitones; más tarde, en 1901, cuando el puertorriqueño Modesto Tirado regía los destinos municipales en la Ciudad del Golfo, este último emprendió una piadosa labor consistente en recoger de los distintos escenarios de combate de la última guerra de independencia, los restos de cubanos y españoles caídos en la liza, es así que, entre los restos depositados en dos panteones construidos al efecto en el cementerio y aún no localizados, pudieron contarse los del joven que, nacido en Jiguaní, también vivió y sirvió en Manzanillo, pues en la ciudad -al igual que su padre-, se desempeñó como maestro.
Por otro lado, en Remanganaguas, el 23 de mayo de 1895, el médico Pablo de Valencia y Forns examina el cuerpo exangüe de José Martí, lo identifica y redacta el informe forense que dejaría constancia de la inmensa pérdida que significó para Cuba la muerte de su Padre Espiritual. Después de terminada la contienda emancipadora, el Dr. Valencia se residencia en Manzanillo, crea familia y muere el 6 de enero de 1931 en el Sanatorio de la Colonia Española en Santiago de Cuba donde se encontraba recluido; con posterioridad, un hijo del galeno exhuma sus restos y los traslada hasta la necrópolis manzanillera, sitio en el cual permanecieron de forma anónima para la mayoría hasta que en 1995, justamente 100 años después del colosal desastre de Dos Ríos, la labor conjunta del Instituto Superior Pedagógico representada por Gabriel Cartaya López, el médico legalista Antonio Cobo y la Casa del Caribe en Santiago de Cuba, colocan sobre su tumba una tarja en la cual puede leerse:
El doctor Pablo A. de Valencia y Forns nació en La Habana el 22 de junio de 1872 y falleció en Santiago de Cuba el 6 de enero de 1931. Realizó la primera exhumación, identificación, reconocimiento y embalsamamiento del cadáver de José Martí, en Remanganaguas, el 23 de mayo de 1895.
Casa del Caribe.
Instituto Superior Padagógico de Manzanillo.
Medicina Legal de Santiago de Cuba y Manzanillo.
Tomado de: Enciclopedia Manzanillo.