Resumen: Noticias biográficas sobre el ilustre manzanillero Rafael María Merchán y Pérez.
Por: Delio G. Orozco González.
Para la mayoría de los manzanilleros, la palabra Merchán no pasa de ser el nombre de una calle en la ciudad, incluso, muchos desconocen si la gracia refiere a un hombre o una mujer; y resulta lamentable, pues Rafael María Merchán y Pérez tiene un sitio, sin duda alguna, entre lo que más vale y brilla de la cultura cubana.
Nacido en Manzanillo en 1844, exactamente el 2 de noviembre, en una humilde casa de mamposterías y tejas -frente al actual correo de la ciudad-, representa una de las cumbres de las letras hispanoamericanas del siglo XIX, por cuanto es considerado, junto a los colombianos Miguel Antonio Caro y Rufino José Cuervo, uno de los mejores gramáticos del Nuevo Mundo. Hijo de Encarnación Pérez (bayamesa) y Manuel Merchán (médico colombiano), cursó las primeras letras en su ciudad natal, y la inclinación por ellas púsose de manifiesto tempranamente cuando aún sin cumplir los veinte años, hizo sus primeros colaboraciones en el Eco de Manzanillo.
En 1859, la determinación familiar lo llevó a Santiago de Cuba para iniciar estudios religiosos; mientras su aplicación le permitía alcanzar las cuatro órdenes menores: ostiario, lector, acólito y exorcista. Todavía en 1864 continuaba los mencionados estudios, pues cuando en agosto de ese año muere la madre de Carlos Manuel de Céspedes, el Seminarista Merchán, junto al vicario Tomás Elipe y el Teniente Cura Coadjutor Antonio Hernández, acompañaron como autoridades eclesiásticas el cadáver de la madre del futuro Padre de la Patria.
Abandonados los estudios religiosos entre 1865 y 1866, retorna a su lares natales, agregando ahora al periodismo otro noble oficio: el magisterio; más, como el enrarecido ambiente pueblerino parecía asfixiarlo, decide emigrar hacia La Habana, donde le vemos ya en 1867 ejerciendo como maestro en el colegio Santo Tomás. Allí dio muestras de altos vuelos pedagógicos, cuando en artículos de prensa se pronunció en contra del castigo corporal como medio de enseñanza; sin embargo, no sería el aula su ambiente natural, sino la prensa.
El periodismo, para él, no fue sólo un medio de ganar el sustento o acceder al pináculo de la fama, fue recia herramienta en la lucha por contribuir al mejoramiento humano y a la independencia de Cuba; tanto es así, que el 15 de noviembre de 1868, escasamente 46 días después de haber comenzado la Revolución de La Demajagua, escribe su inmortal artículo «Laboremus», donde con maestría y genialidad estilística y filosófica, burla la censura española e invita a laborar por la causa cubana; a partir de ese instante, todos los que en Cuba (sobre todo en las ciudades), o fuera de ella, laboraban por la independencia patria, se les llamó laborantes. Siguió escribiendo, mejor, peleando, en las páginas de La Verdad, de Néstor Ponce de León, y al año siguiente fundó y dirigió El Tribuno, bisemanario del cual salieron 5 números y en el que se hacían radicales aseveraciones: «[…] Debe hablarse bien claro: ser republicano no es un delito. Ser independiente tampoco lo es. Ni menos el desear lo uno y lo otro para la patria». Para Merchán, pensar y obrar así no era un delito; pero para España era un crimen; así pues, tales profesiones de fe le obligaron a tomar el camino del exilio.
En Estados Unidos continúa trabajando por la independencia patria, y en el rotativo La Revolución escribe, en réplica a un artículo del The Times, lo que sin temor a equivocarnos podría calificarse como la primera vindicación de Cuba ante el sempiterno vilipendio de los norteños hacia el pueblo cubano.
La nueva ruta migratoria lo lleva a Francia; allí escribe en varios periódicos; entra en contacto con Francisco Frías y Jacob, Conde de Pozos Dulces, y ayuda a Saco, con el suministro de información, a que el bayamés de cuerpo a su monumental obra Historia de la Esclavitud.
Para 1874 se le encuentra en Colombia, allí hace carrera, también familia. Abraza el autonomismo, pero cuando la clarinada de febrero 24 retumba en sus oídos, de nuevo se coloca al lado de las filas independentistas, resultando su libro Cuba: justificación de sus Guerras de Independencia, el mejor alegato escrito en nombre del sacrificio y la gloria de Cuba, texto por cierto, poco leído y peor estudiado. Al estallar la Guerra es el Delegado del PRC en Colombia hasta la terminación de la misma, momento en el cual, se le honra con la condición de Delegado a la Asamblea de Representantes de Santa Cruz del Sur, Marianao y el Cerro, representación rechazada al igual que una plaza de catedrático en La Universidad de La Habana.
Al inaugurarse la república viene a Cuba; llega a Manzanillo, visita por última vez sus predios natales y Tomás Estrada Palma lo nombra Embajador Plenipotenciario de Cuba en España y Francia, cargos que ocupa hasta que la locura le arranca la razón. Muere en Colombia, su segunda patria, el 19 de marzo de 1905.
El agradecimiento a su labor en la formación de la nación fue hecho con bastante protintud por sus coetáneos. El 21 de diciembre de 1898, el Ayuntamiento de la ciudad le cambia el nombre a la calle Valcourt por el de Rafael María Merchán y 27 años después; o sea, el 20 de mayo de 1925, se inauguró en la esquina del parque Céspedes, en la intersección de las calles Maceo y Merchán, una estatua en justo homenaje al ilustre hijo de Manzanillo; también, ese mismo día, se erigieron las otras estatuas que, como guardianes, orlan las esquinas de nuestra plaza mayor. Ya antes, en 1922, en sentido homenaje, organizado por ese distinguidísimo manzanillero que fue Rogelio González Ricardo, se había colocado una placa en la casa donde había nacido Merchán; luego, la placa se cambió siendo hoy visible y legible si alzamos un poco la vista, también el corazón.