II
Cuando el sábado 17 de marzo de 1883, Engels -ante el cuerpo exánime de Marx-, reconoce que “[…] la producción de los medios materiales e inmediatos de la vida, o lo que es lo mismo, el grado de progreso económico de cada pueblo o de cada época, es la base sobre la que luego se desarrollan las instituciones del Estado […]” se estaba produciendo un punto de giro en la comprensión de la evolución humana y el surgimiento de sus estructuras sociales; no obstante, la pendularidad de la condición humana hizo que, de manera preferencial, los seguidores de sus doctrinas dieran preponderancia absoluta a tal postulado y se olvidaran de que, como el mismo inglés escribiera a Bloch en septiembre de 1890: “[…] el factor que en última instancia determina la historia es la producción y la reproducción de la vida real. Ni Marx ni yo hemos afirmado nunca más que esto. Si alguien lo tergiversa diciendo que el factor económico es el único determinante, convertirá aquella tesis en una frase vacua, abstracta, absurda”, menospreciando, ignorando, desdeñando y hasta acorralando el papel activo de la mentalidad, los valores, los sueños, los miedos; o sea: la condición humana. A pesar del predominio de un determinado modo de producir y relacionarse los hombres, este va a impactar de manera distinta la conciencia de los mismos, de modo que a pesar de estar bajo un mismo influjo, diversas razones van a generar sostenedores y detractores porque entre las estructuras políticas, económicas y mentales, las de más larga data son las últimas; véase, a inicios del siglo XXI hay quien ciñe todavía la virtud femenina a la tela himénica- «¡Bárbaros!», les decía José Martí en la centuria decimonónica. Solo la pasión por el decoro, el sentido del honor, la lealtad a una causa y el amor a la libertad (esencia de la vida según José Martí), pueden explicar la expresión de uno de los hombres más ricos del oriente cubano (Francisco Vicente Aguilera) cuando dijo: “Nada tengo mientras no tenga Patria”; por otro lado, una convicción trascendente, sacrificial y casi mística en el punto de no retorno, llevó a Carlos Manuel de Céspedes a ofrecer en holocausto a su hijo Oscar cuando el indigno Caballero de Rojas le propuso salvar la vida del segundogénito del Padre de la Patria a cambio de la abdicación de sus ideas independentistas. Nada que ver pues con la protección de sus riquezas; estas habían sido vertidas en la hoguera de la guerra para avivar la llama de la libertad.
Carlos Manuel de Céspedes García Menocal, tataranieto del Padre de la Patria, en su libro Promoción humana, realidad cubana y perspectivas, hace algunas aseveraciones de utilidad para la comprensión del decurso histórico cubano. Una de ellas es la afirmación de que la tardía llegada a la hora de la independencia resultó benéfica al permitir el aprendizaje de los errores cometidos por los países de América continental ubicados al sur de río Bravo. Tal postulado resulta de utilidad asimismo para el actual proceso de reajuste y reacomodo socio político en la isla, por cuanto le ha permitido asistir casi indemne a la desaparición de la URSS, el campo socialista, los cambios en China y Viet-Nam y presenciar el retroceso, estancamiento y ataques contra proyectos populares en Latinoamérica: estudiar, evaluar, analizar y consensuar son verbos que no pueden quedar en infinitivo, reclaman aplicación práctica y participación colectiva, binomio esencial este; pues, si falta un factor, la ecuación no se resuelve o se resuelve mal.
Por ejemplo, entre las variables que no debe obviar el tema de la sucesión presidencial -y no solo para el 2018-, hay dos: una histórica y otra geográfica. La primera se encabalga en la profunda tradición democrática del pueblo cubano, demostrada en los errores, arranques y aciertos que en su nombre se han cometido; no de otro modo se explica el desvarío de Bijagual -aún no tenían los cubanos un palmo de tierra seguro donde plantar la bandera-, al momento de deponer al Hombre de La Demajagua porque en él percibieron sus compañeros “posturas dictatoriales”, y aunque allí también funcionaron las pasiones (la condición humana), el comienzo se verificó en Guáimaro cuando el republicanismo de Agramonte y Zambrana ató de pies y manos al Presidente; empero, era imposible otra postura: 368 años de tiranía española no dejaban opción. Luego, el recio encontronazo en La Mejorana entre José Martí y Antonio Maceo tuvo -al margen de incomprensiones (la condición humana de nuevo)- su núcleo duro en la forma de organizar el gobierno: el primero apostaba al “país con toda su dignidad representado”; mientras el segundo quería “una junta de generales”. Ya en el siglo XX, el detonante de la lucha contra Machado fue la prórroga de poderes mientras el golpe de estado del 10 de marzo de 1952, acontecimiento que coarta el curso “democrático” de la República, hace posible el surgimiento de la situación revolucionaria, no debe olvidarse que Fidel Castro se aprestaba a la batalla electoral como Representante por el Partido Ortodoxo. La ubicación geográfica en el Caribe, por su parte, otorga peso a las influencias y modos culturales, poniendo en evidencia que el país no asimilaría moldes asiáticos como los de Corea del Norte y si bien Raúl Castro es hermano de Fidel, no es el apellido o el linaje familiar quien legitima su presidencia, es la historia.
Con el título Socialismo traicionado. Detrás del colapso de la Unión Soviética. 1917-1991, los autores Roger Keeran y Thomas Kenny ofrecen, más que una visión propia, un alerta sobre las causales del fracaso de la experiencia socialista y, aunque sostienen durante todo el texto que el descalabro estriba en como la Segunda Economía -entiéndase sistema de producción paralelo al estatal-, ejerció un efecto altamente corrosivo en todas las estructuras, especialmente las políticas y que las medidas mal aplicadas de Gorbachov destaparon la caja de Pandora; no dejan de referir otros puntos de vistas sobre lo que devino hecho inobjetable: la implosión de la URSS. Más temprano que tarde todo el andamiaje soviético habría de venirse abajo: la corrupción que llegaba hasta el Secretario General del PCUS, decepción ciudadana, “degeneración burocrática”, el abandono de principios, el inmovilismo social y la negación absoluta de la historia (nada tiene que ver con el pasado, porque cuando este oprime la mente y vida de los hombres como una pesadilla solo queda espacio para el diálogo con los muertos), habían llegado a tal punto que solo la implantación de una dictadura podría haber demorado la agonía y dicha solución, en ese momento, era inaceptable; véase como el intento en agosto de 1991 del Comité Estatal para Situaciones de Emergencia de, por medios marciales conjurar el desastre, se diluyó sin apoyo popular alguno, a diferencia; por ejemplo, de la forma en que el pueblo venezolano conjuró el golpe del año 2002.
Acercarnos al conocimiento de los errores de bulto cometidos por los soviéticos y aceptar que algunos de ellos están presentes en el constructo social cubano, es condición sine qua non para poder ajustar la puntería y dar en el blanco; negarse por prurito ideológico es suicidio político. Ahora bien, el serio estudio de Keeran y Kenny debe ser circunstanciado a partir de dos presupuestos esenciales: 1.-No es lo mismo comprender teóricamente un fenómeno a partir de libros, entrevistas, artículos, ensayos y análisis (los autores son norteamericanos) que estar vinculados emocionalmente y asistir al ciclo vital de los acontecimientos no como observador, sino, como actor y 2.-La diferencia genésica entre el socialismo soviético y el cubano dada por la historia y cultura en ambos países, la ubicación geográfica, la asimetría temporal de ambos acontecimientos, en fin: distintos tiempos, hombres, lugares y circunstancias. Vayamos por paso.
Según los autores, la Segunda Economía -legal-, tuvo su primera manifestación en la Nueva Política Económica (NEP) aplicada por Lenin para conjurar la hambruna y el retroceso económico mientras el país resistía la embestida desde el exterior. Luego de muerto su impulsor y la ascensión de Stalin al poder, la colectivización forzosa y la centralización económica hizo perder peso a esta modalidad productiva; sin embargo, para 1950 -aún en vida de Stalin-, la actividad económica privada legal representaba el 22% del PIB; empero y lamentablemente, para 1977, en medio del “Brezhneviato”, esta expresión había disminuido al 10% y en su defecto florecido la economía ilegal, impulsada por un exceso de centralización que obstaculizaba la iniciativa y la innovación tecnológica, malgastando recursos, premiando resultados cuantitativos del plan, subsidiando empresas de pobre desempeño y gravando las de buenos resultados.
En el caso cubano, el estrangulamiento de la Segunda Economía (legal) en 1968 con la Ofensiva Revolucionaria, devino propuesta de pésimos resultados porque anuló el sentido de propiedad y con ello el de pertenencia, dando como resultado la aplicación del refrán y sus maléficas consecuencias de «lo que es de todos no es de nadie»; más tarde, se abrió el Mercado Campesino y de nuevo el miedo atávico al dinero volvió a decidir su clausura hasta que la llegada al borde del abismo, en 1994, hizo necesario la aplicación con mayor soltura de la actividad económica privada que, renqueante, llegó hasta la oficialización del Trabajo por Cuenta Propia (TCP) como válvula de escape -seamos honestos-, ante la inflación de plantillas que, como cáncer, devoraba la productividad del empleo estatal. Antes de la llegada de Barack Obama, se clamaba públicamente por el reconocimiento social del TCP como una solución “digna y necesaria”; ahora, después de sus discursos y una condición pendular que nos caracteriza, miramos a estos hombres y mujeres como “potenciales agentes del capitalismo”; ¿en qué quedamos por fin? La política es el arte de lo posible y resulta catastrófico, como resultó para la ex-URSS, decir hoy una cosa y mañana retractarse. En el socialismo, como sistema socio-económico, están presentes las relaciones de producción, los conceptos de dinero, mercancía, eficacia y eficiencia productiva, valor, costo, fuerzas productivas y negarse a su presencia y efectos es tan metafísico como creer que Jonás estuvo una semana en la boca de una ballena, con perdón de los creen a pie juntillas el relato bíblico. Si la economía estatal centralizada hubiese sido capaz de satisfacer las necesidades “materiales y espirituales” de la población, la Segunda Economía no hubiera tenido la más mínima oportunidad de abrirse paso; pero Cuba, atenazada por insuficiencias estructurales y el acoso norteamericano no puede resolver sus angustias productivas, vitales además, con explicaciones -por muy legítimas que sean-, tiene que buscar soluciones y la actividad económica privada legal en sectores no estratégicos es, al día de hoy, una solución inteligente o como dijera Lenin: “una retirada estratégica”, que “tan gloriosa es una bella retirada como una gallarda acometida”, entonces ¿por qué tantas trabas y reservas con la aprobación de cooperativas en sitios de la Cuba profunda, como aquella que quiere dedicarse a la construcción con materiales y metodología alternativos, probados resultados (en un municipio donde la mitad del fondo habitacional está evaluado de regular y malo) y como el costo de las viviendas es un quinto de las construidas por el estado se beneficiarían los de menos recursos? Sin duda alguna, resulta más peligroso para el país la arribazón de capital extranjero -necesario además-, con ocho años de gracia para el pago de impuestos e inversiones en sectores estratégicos, que los vendedores de pizza, bocaditos, refrescos o expendedores de CD y DVD, quienes nunca podrán acceder con sus «ganancias» a comprarse un Ferrari o un yate. Por suerte, en el Informe Central al VII Congreso del Partido, Raúl Castro reconoció como realidad productiva en nuestro país la existencia de pequeñas, medianas y micro empresas; sin embargo, las demoras y el hasta ahora inexpugnable bastión de la burocracia y el sinsentido pueden desquiciar a cualquiera.
Otro de los eslabones subyugadores de la experiencia soviética resultó ser la baja productividad afincada en el no aprovechamiento de la jornada laboral y la falta de estímulo que constituyó el sistema de nivelación de salarios. En el primer caso, era notable como los soviéticos abandonaban el puesto de trabajo para ir a tomar Vodka y darse baños en las saunas; pues, a parte de que el salario no alcanzaba para vivir, el propio Brezhnev declaró en alusión a las fuentes privadas de ingresos: “Nadie vive solo de su salario”, ganaba lo mismo quien producía o prestaba un buen servicio que aquel que fingía trabajar; por tanto, resultó común la broma: «ellos pretenden pagar y nosotros pretendemos trabajar»; empero, las causas tenían otras profundidades y los malos métodos de dirección también afectaron el trabajo como única, perdurable y constante fuente de riqueza.
Los antillanos, a parte de fabricarse una versión sobre el no trabajar y la poca capacidad de compra del salario: «ellos hacen como que nos pagan y nosotros como que trabajamos», se ven impelidos a salir de los centros de trabajos para buscar el sustento (ir al mercado o “placita”) o resolver uno de los tantos trámites de la vida actual que solo se verifica en el mismo lapso de tiempo de la jornada laboral; por suerte, la abrumadora cantidad de reuniones inútiles y asistencia a «chequeos de emulación» que empezaban a las 2.00 ó 3.00 PM con la amenaza de que si no se asistía te «marcabas en el sindicato», ha mermado en los últimos años; no obstante, se mantiene para la fuerza de trabajo empleada en el sector estatal (72% del total, señalan algunas fuentes), el desestímulo que significa un salario nominal incapaz de satisfacer las necesidades básicas no satisfechas por el salario social: salud y educación fundamentalmente, dando como resultado el éxodo de personal calificado hacia el sector privado o fuera del país. Complejo, sin duda alguna, resulta dar solución a un fenómeno de tantas y variadas implicaciones porque resulta imposible distribuir la riqueza que no se crea; sin embargo, algunas soluciones pueden implementarse; por ejemplo, en la vasta urdimbre burocrática de trámites (se han eliminado algunos), la informatización puede reducir el tiempo de espera y al dar por terminada la gestión se evita el ir una y otra vez a la oficina o establecimiento encargado de extender el documento o certificación. En la sociedad del conocimiento, la invención, racionalización y aplicación de la ciencia y la técnica resultan claves para el desarrollo económico; por tanto, pagar a inventores, científicos, ingenieros u otros profesionales por sus aportes (muchos de ellos ahorran miles o solucionan problemas específicos en diversas áreas), podría no solo desatar las fuerzas productivas y aliviar su situación pecuniaria; no obstante -siempre hay una conjunción adversativa-, primero es preciso demoler el muro que constituye la lentitud para aplicar en Cuba las soluciones prácticas o científicas por el desdén, desinterés o prejuicios de los decisores; claro, póngase o no en práctica la solución, ellos seguirán cobrando lo mismo. La modestísima reducción de precios en algunos productos de primera necesidad liberados es una medida que se aplaude y agradece; sin embargo, queda el sinsabor de haber clamado en el desierto por espacio de cuatro años y ver como una inflación galopante se burlaba de las agonías del pueblo y lo peor, era el estado quien le suministraba combustible; por suerte, nunca es tarde si la dicha llega. Hagamos permanente el gozo y si es preciso grabar productos, gravemos lo suntuoso, nunca lo necesario.
“Con ir de espalda a la verdad, no se suprime la verdad”, acotó de manera imbatible José Martí y el tema del juego -especialmente la «Bolita»- es al día de hoy en Cuba un hecho tan cierto como el sol de cada día. Decía el Apóstol que el juego es la expresión violenta de la esperanza; empero, ¿cómo combatir el fenómeno?; error sería desconocerlo como en su momento se negó la existencia de la prostitución o las drogas y si en estos instantes resultan lacras bastantes controladas lo son por el hecho de habérseles prestado atención y someterlos a vigilancia, combate y una intensa campaña educativa y preventiva; empero, el caso del juego es distinto porque el jubilado, el impedido físico, la ama de casa o incluso el trabajador -sin robar a nadie o defraudar al estado-, pueden aliviar su situación económica o acceder a productos y servicios si logra acertar uno de los números a los cuales apostó su sueño (la condición humana). La prohibición a la cual hoy está sometida el juego de azar resulta inefectiva, este se ha expandido por la isla del mismo modo que el Marabú copó miles de caballerías cultivables y en la calle, el barrio o el centro de trabajo la gente pregunta, indaga y comenta sobre el número que tiraron y elaboran acertijos con el objeto de adivinar. Ante las angustias existenciales, resultado de la escasez monetaria, la efectividad policial es nula, la vida siempre encontrará su camino; entonces, ¿por qué el estado no toma en sus manos el asunto y promueve la Lotería Nacional o una modalidad parecida desde sus estructuras como forma de recaudación, evitando gravar productos y usando sus dividendos en el salario social? No es despreciable entender aquí que el juego ha formado parte de la cultura nacional desde tiempos coloniales e incrustado en el tejido social a pesar de los esfuerzos por desterrarlo de la sociedad cubana post 1959; como beneficio secundario y no menos importante en la tarea de quebrar inteligentemente su proliferación, estaría el redireccionamiento de los apostadores hacia la estructura legalizada, quitándole por esta vía oxígeno al andamiaje underground que alrededor del azar y las necesidades se ha ido creando. Entender que el dinero no es perverso en sí mismo; sino, la forma en que este se consigue y el uso que se le da, pondrá a los decisores en mejores condiciones para encarar la situación y emplear dicha liquidez en beneficio colectivo; mientras, cualquier negativa moralista está descartada por cuanto véndense tabacos y cigarros a pesar de que el hábito de fumar mata. Y con el fin de ser coherentes dando participación a la ciudadanía, consultar el soberano en uno de los varios momentos que se avecinan resulta lucidez política; por otro lado, otorgar a la medida carácter transitorio, fortalece la convicción de que es el laboreo diario y no la suerte el origen de toda prosperidad, a ver si algún día logramos llevar a la práctica de manera permanente la máxima de cada cual según su capacidad y a cada quien según su trabajo.
Continuará…