Resumen: Visiones sobre el origen, connotación y evolución del Himno Nacional de Cuba.
Por: Delio G. Orozco González.
Cuando en el verano de 1792, mas exactamente el 11 de julio, la Asamblea francesa declaraba solemnemente a la patria en peligro, de todas las provincias comenzaron a llegar a París batallones federados para cumplir el deber sagrado de defender la nación; entre ellos iban marselleses, quienes, entonando su canto de guerra: «La Marsellesa», no sólo dotaron a Francia de un himno, sino que, ofrecieron un canon a todos los liberales de la centuria decimonónica para la conformación de cantos de guerra y combate.
El actual Himno de la República Cuba, es, sin dubitaciones, una inspiración de esta pieza gala, su nombre así lo indica: La Bayamesa. Compuesta por Pedro Figueredo Cisneros, la misma ha sufrido, aún sufre, manipulaciones reduccionistas en cuanto a su connotación y explicitaciones pueriles y románticas en torno a su aparición.
Entre las funciones atribuidas a la preposición de, el indicar origen o procedencia es una de las más comunes, por ello, llamar a La Bayamesa, Himno de Bayamo, no resulta desacertado; sin embargo, La Bayamesa ha perdido toda connotación local para convertirse en patrimonio de la nación cubana, cuando, al incrustarse de modo inapelable en el indentitario patriótico del país, los cubanos reconocen en sus estrofas un referente digno de veneración; por consiguiente, y en este caso específico, la partícula gramatical, al constreñir a un sitio determinado el vibrante racimo de notas, deviene infeliz reducción localista. Por otro lado, si se asume histórica y legalmente, como está aceptado y probado, que el autor del Himno Nacional de Cuba fue Pedro Figueredo Cisneros; entonces, distinguir su composición como actualmente se hace, resulta yerro interpretativo; por cuanto el bayamés nunca compuso una marcha con el nombre de Himno de Bayamo. Cuando a los niños en las escuelas se les invita a entonar el Himno de Bayamo, sin más explicación, se corre el riesgo de inducirlos al error, en tanto, si en algún otro momento se les preguntase, ¿cuál es el Himno Nacional de Cuba?, no sabrían responder, pues el conocido por ellos resulta el de marras. ¿Por qué reinventarle un nombre a la composición de Figueredo?, el la dotó de uno, y con visión previsora y nada regionalista lo subtituló: Himno Patriótico Cubano; además, irse por la tangente llamando a La Bayamesa, Himno de Bayamo, suele parecer falta de entusiasmo en la búsqueda y en la explicitación docente, o manquedad mental al pensar que los niños no podrían diferenciar entre La Bayamesa de Céspedes, Castillo y Fornaris dedicada a Luz Vázquez y el himno guerrero de Pedro Figueredo.
En otro orden de cosas; parece increíble -a estas alturas-, la difusión de la visión romántica de la escritura del himno por parte de Pedro Figueredo el día 20 de octubre de 1868, sobre la silla del caballo, al conjuro de la victoria por la toma de Bayamo. Sobre el particular no se expondrá ningún criterio, limítanse estas líneas a citar dos testimonios. El primero es de Francisco Javier Antúnez, quien debió nacer en 1847, pues ya era octogenario en 1927 cuando escribió Apuntes históricos de Manzanillo y su Fundación. En el precitado título, en la página 74, escribió Antúnez: «Se cantó en las calles, la Bayamesa, y el Himno Nacional. Dimas Zamora, Andrés Saturnino Bazán, Ursula A. de Figueredo, Modesta V. de Zamora, Cristida M. de Milanés e Isidro Gutiérrez cometieron la indiscreción de cantar la Bayamesa y el Himno con la letra del himno algo cambiada, en una noche de serenatas, vísperas de Santiago, frente al dormitorio del Sr. Teniente Gobernador, y frente al del Sr. Alcalde Mayor. ¿Puede darse mayor indiscreción?. Nadie me lo ha referido, eso le he visto he oído personalmente, iba con los del sexteto».
La otra opinión sobre el tema la ofrece Flora Mora, musicóloga cubana, quien dedicó dos folletos a temas relacionados con el Himno, su historia y características. El primero de los escritos data de 1950 y se intitula: Bandera e Himno, el otro, de 1954, lleva por nombre: Necesidad de cubanizar el Himno Nacional, y resulta un interesante análisis sobre los diferentes arreglos, variaciones, mutaciones musicales y de letra que hasta la fecha había sufrido la marcial composición, llegando a contar la autora 22 versiones distintas entre las más famosas (Ver Anexo 1).
En el primero de los trabajos citados, en la página 12, su autora señala:
«Si se analiza la idea expresada en las primeras cuartetas puede llegarse a la lógica suposición de que Figueredo concibió la letra al mismo tiempo que la música, pero que sólo la dió a conocer a sus más íntimos amigos, pues hubiera sido demasiado comprometido, especialmente para el autor, el decirlo o intentar popularizar la letra con la música. No de otro modo se explica que comience diciendo, «Al combate corred, bayameses», texto que incita a lanzarse a la batalla, pues si se admite que fue realmente improvisada cuando se le pidió, en aquel momento, ya habían ido los bayameses al combate y estaban celebrando la capitulación».
Más adelante apunta la autora:
«En cuanto al texto, este concuerda admirablemente con la acentuación musical y constituye una arenga revolucionaria, tan hondamente sentida, que es como una orden que pudiera servir de introducción a todo canto de guerra […] «Figueredo debió conservar en su memoria la letra de su Marcha esperando la oportunidad de darla a conocer y de que pudiera ser cantada por los libertadores. El momento deseado por todos llegó con la capitulación de Bayamo, y sus compañeros de armas alentados por las bélicas estrofas, las entonaron llenos de entusiasmo, generalizándose rápidamente».
De esta forma, la difundida imagen de Figueredo sobre su corcel -la más común, aparecida en libros de texto y paneles de museos, es la tomada del libro: Historia Gráfica de Cuba de Juan Emilio Hernández Giró, editado en La Habana en 1938-, ¿pluma o lápiz? en mano y escribiendo, no puede ser para componer, y sí para reproducir y dar a conocer lo que con el tiempo vendría a ser el Himno Nacional de Cuba.
De la pluma de José Maceo Verdecia, en su archiconocido libro Bayamo, puede leerse la tradicional versión sobre cuándo y cómo emerge el Himno Nacional. En lírica prosa, estampa Verdecia el momento de la eclosión: «Y aquella madrugada, madrugada del 14 de agosto de 1867, descendieron de lo alto, transformados en lluvia inefable de sonidos, las estrofas revolucionarias del Himno de Bayamo». Sin embargo, la historia, ciencia con profundo carácter de relatividad en tanto la prueba es quien dicta el hecho, nos ofrece otra versión.
Modesto Arquímedes Tirado Avilés, Comandante del Ejército Libertador, amigo personal de José Martí y primer historiador en propiedad de la ciudad de Manzanillo, quien tuvo la oportunidad de conocer a Ángel Figueredo Vázquez -hijo de Pedro Figueredo Cisneros-, cita en el tomo 1 de sus Efemérides de Manzanillo (Inéditas en el Archivo Histórico de Manzanillo. Publicadas en Miami en 2 tomos) estas palabras del descendiente del ilustre bayamés: «Mi padre compuso el himno algunos meses antes de estallar la guerra de 1868, y lo ejecutó por primera vez al piano en el mes de marzo de ese año».
Según esta versión (la misma nos mueve a dubitar sobre lo descrito por Verdecia), resulta bastante improbable que Figueredo haya tocado al piano su composición -por vez primera-, 7 meses después de haberla compuesto; mas, como la sola afirmación del descendiente deja muchas lagunas en el intento de establecer con objetividad el momento de aparición del himno, sale a sustentarla una prueba escrita. El mismo Ángel Figueredo, proporcionó a Tirado un recorte del periódico veracruzano, Diario Comercial, de fecha 5 de noviembre de 1897, donde Carlos Manuel de Céspedes y Céspedes, primogénito del adalid de la Demajagua, rememora como se improvisó el himno:
«Recuerdo que un día del mes de Marzo de 1868, estábamos sentados en la sala de la casa de vivienda del ingenio Las Mangas, a una legua de Bayamo, su dueño Pedro Figueredo, su esposa Isabel Vázquez, su hija Eulalia y yo, que había ido allí como comisionado de los conspiradores. Hablábamos de la situación imperante, cuando de repente se levantó «Perucho» -como cariñosamente llamábamos al autor del himno- y sentándose al piano, que tocaba magistralmente, improvisó una marcha guerrera, que mereció nuestra aprobación. Ya teníamos la música y sólo faltaban las palabras, que Isabel, su esposa, adaptó a los incipientes compases de Figueredo, que no era poeta, mientras que su esposa y mi inolvidable suegra, Isabelita, componían muy bonitos versos patrióticos, de los cuales aún se recuerdan algunos, sus hijos. Ese himno se tocó por primera vez en Bayamo, por la orquesta del maestro bayamés Manuel Muñoz, que le puso el correspondiente acompañamiento, en la procesión del Corpus, en 1868, habiendo sido amonestado el popular maestro por el gobernador Udaeta por tocar marchas no acostumbradas en las fiestas de tablas».
Interesantísimo resulta escrutar esta versión. Si creemos al testimoniante, La Bayamesa fue improvisada en marzo del 68, fecha en la cual, según el hijo de Figueredo, su padre tocó la pieza por vez primera al piano; sin embargo, no es de dudar que el pentagrama estuviese en la cabeza de Perucho desde algún tiempo atrás; pues, a pesar de que «tocaba magistralmente» el piano, los acordes están muy bien elaborados y su sabor marcial debió haber sido fruto de una mínima meditación. De igual forma, si la tocó al piano, lo más lógico es que lo hubiera hecho con su respectivo acompañamiento, aunque no fuese esto lo que más interesase al bayamés; pues, en la única copia de puño y letra del patriota -hasta el momento conocida-, sólo se estampa la melodía.
No menos llamativo resulta en esta indagación, el hecho de que fuese Isabel Vázquez, la esposa del compositor, quien «adaptó» las palabras al himno; no obstante, la anfibología del verbo en este caso, nos sumerge en un estado umbrático; pues, ¿estaban ya compuestas las palabras y el papel de la fémina se redujo sólo adecuar el texto?; a pesar de ello, la aseveración de «que no era poeta», da pie a creer que la letra fue compuesta por su esposa; y si resultó ser así, ¿por qué su autor no lo reconoció?; la respuesta resulta evidente: ser independentista -en la Cuba del siglo XIX-, no significa poseer pensamiento emancipado respecto a la mujer.
El Padre Espiritual de la Nación Cubana: José Martí, consciente como ninguno del poder y carácter movilizativo de los símbolos en la condición humana, apeló a ellos de modo constante, y no sólo en su monumental oratoria; sino, que estimuló su difusión en cuanto medio estuvo a su alcance. Por ello, Patria, soldado y tribuna al mismo tiempo, publica el 25 de junio de 1892 una versión para voz y piano de La Bayamesa bajo la firma de Emilio Agramonte. Precedida por un artículo de Fernando Figueredo, la partitura hace ligerísimas modificaciones a la melodía original, resultando lo más llamativo, por novedoso y desde la óptica de Euterpe, el acompañamiento propuesto por el maestro Agramonte. El rotativo acoge también (sin firmar), brevísimas reflexiones -su estilo las hace parecer martianas-, sobre el por qué se hace público el himno y los merecimientos del arreglista; así pues, para comprender el origen de uno de los mitos en cuanto a la composición de La Bayamesa; entender la forma (solemnidad) con la cual hoy se canta y las exclusiones hechas al texto prístino, la publicación resulta medular. Veamos.
Es asaz probable, que una equivocada interpretación del texto de Fernando Figueredo -estuvo en la toma de Bayamo y ello le da credibilidad a su narración-, cuando dice: «Enseguida Pedro Figueredo rasga una hoja de su cartera, y cruzando su pierna sobre el cuello del indómito corcel, escribe la siguiente octava […]», haya hecho creer a muchos, fuese ese el instante de la composición; pues, el verbo «escribir» explicítase también como componer libros, discursos, etc; tampoco en esta reflexión debe pasarse por alto, ni resulta casual -creemos nosotros-, la coincidencia entre la remembranza de Figueredo Socarrás y la sólita imagen de Perucho sobre su caballo aparecida en tantísimos textos, sobre todo escolares. Esta versión de La Bayamesa, fue enviada al periódico desde Cayo Hueso por Fernando Figueredo, y sobre su texto, es que Emilio Agramonte hace el arreglo para canto y piano; no obstante, la mayor modificación no está precisamente en el acompañamiento incorporado, sino, en la enajenación de las últimas cuatro cuartetas, por cuanto, en la copia firmada por Perucho en 1869 el cuerpo textual alcanzaba la cifra de seis. A partir de este momento, el himno comienza difundirse tal y como le conocemos hoy, pero con una leve modificación en el sexto verso, en tanto, el sustantivo oprobio antecedía a afrenta de la siguiente manera: En oprobio y afrenta sumido, y, no como se canta hoy: En afrenta y oprobio sumido. Finalmente, para que un símbolo desempeñe el papel movilizativo que se le asigna, no sólo debe provocar al ser oído, visto o palpado, sentimientos de veneración; sino, que de modo exprofeso y para perpetuar, también acrecentar, su status sacro, debe ser tratado con el mismo rasero; eso, sin llegar a posiciones fetichistas que degeneren en lesivo fundamentalismo; por ello Martí, al terminar su comentario sobre el himno, invita: «Oigámoslo de pié; y con las cabezas descubiertas!».
La supradicha versión, fue la conocida por la emigración; pero no la tocada en Guanabacoa el 15 de diciembre de 1898 en horas de la mañana; puesto que el músico Antonio Rodríguez Ferrer, le añadió a la misma una introducción marcial e hizo una nueva instrumentación y armonización para banda, resultando esta variante, la tocada en la citada población habanera por la Banda Cubana. El desconocimiento de la existencia de una copia de La Bayamesa, regalada a Adela Morel Oñoz en noviembre de 1869 por Pedro Figueredo (Ver Anexo 2), junto a las vibrantes notas marciales introductorias adicionadas por Rodríguez Ferrer, propició se popularizara y difundiera la versión de este último entre las restantes bandas de la ciudad de La Habana, y que al inaugurarse la república en 1902, fuese esta interpretación la difundida en la isla y el mundo como Himno Nacional Cubano. En 1929, y a solicitud de la Comisión Patriótica Pro-Himno Nacional, le fue solicitado al mismo Rodríguez Ferrer una nueva armonización e instrumentación del Himno Nacional, utilizando para ello la copia autógrafa de Perucho, regalada a Adela Morel y dada a la luz pública en 1900.
Ahora bien, llegados a este punto, se impone una dilucidación: el momento y razones que marcan el instante o proceso, por el cual, a La Bayamesa, se le extraña su nombre original. Todo parece indicar, que la legalización del despojo data de 1940, cuando la Constitución, en su artículo 5to. reconoce: «El himno nacional es el de Bayamo, compuesto por Pedro Figueredo, y será el único que se ejecute en todas las dependencias del Gobierno, cuarteles y actos oficiales». No obstante, la privación parece anclarse más en una cuestión interpretativa que en el espíritu mismo de la ley, en tanto, el único reconocimiento tácito es a la composición de Figueredo brotada en Bayamo; por eso se acota que el himno «es el de Bayamo», no uno cuyo nombre sea: “Himno de Bayamo”. Durante la década del 40 y 50, se hace hábito llamar, en algunos círculos -académicos incluso-, al Himno Nacional, Himno de Bayamo; empero, en las escuelas, actos oficiales y de otro tipo, cuando se invitaba a cantar el patriótico manojo de notas, siempre se decía Himno Nacional, sin definir cual era la gracia de la composición; incluso, hasta hace muy poco, cuando en matutinos y vespertinos de las escuelas, los maestros y profesores contaban hasta tres para lograr armonía en la interpretación de los educandos, la frase común era: «-A ver niños, para entonar las notas de nuestro Himno Nacional…»
En 1983, la Asamblea Nacional del Poder Popular, discutió y aprobó la Ley No. 42 que norma los símbolos nacionales y su Reglamento. Como paso previo a la discusión y aprobación, los diputados recibieron un folleto en el cual se hacía una breve reseña de los símbolos nacionales. En los 12 párrafos dedicados al himno no aparece, felizmente, ni una sola alusión al Himno de Bayamo como himno de la República de Cuba, en cambio, y de modo objetivo, se reconoce -en cuatro ocasiones y por su nombre-, a La Bayamesa como el Himno Nacional; incluso, el penúltimo parráfo explana textualmente lo siguiente: «Destacados compañeros intelectuales de la música, estiman que debe mantenerse como oficial la versión de La Bayamesa, de la cual dignamente es autor Pedro Figueredo y coautor por su introducción de 16 compases, armonización e instrumentación, Rodríguez Ferrer […]». No obstante, y a pesar del llamado hecho a los diputados para hacer «las precisiones imprescindibles, manteniendo sin cambios, los símbolos según son conocidos por nuestro pueblo», a la hora crucial de legislar se incurrió en un equívoco por partida doble; pues, aunque en el Artículo 9, Capítulo III, se sigue el mismo sentido de redacción que la Constitución del 40; cuando se transcribe la notación y letra, se renombra la marcial composición como Himno de Bayamo, significando ello no sólo, desconocer su denominación original, sino también, el nombre con el cual Rodríguez Ferrer registra su versión: Himno Nacional Cubano. Mas tarde el desacierto es extendido a las escuelas, cuando a las mismas son llevados vistosos afiches en colores con los símbolos y atributos nacionales; en los cuales, las épicas estrofas resultan distinguidas como Himno de Bayamo; además, -lógica derivación-, se le orienta a profesores y maestros que a la hora de cantarlo deben preparar a los alumnos para entonar las notas del Himno de Bayamo.
Finiquitan estas líneas; y mientras otros meditan en ellas; yo, que vivo en la calle Pedro Figueredo, le narro a mi pequeño hijo la historia del hombre que un día decidió, con Céspedes y por Cuba, ir a la Gloria o al Cadalso, desandó el trayecto al patíbulo en un asno, y compuso el Himno Nacional de Cuba: La Bayamesa. Y es así, porque si siguiésemos la línea de nombrar los símbolos por el lugar de su confección, tendríamos entonces que rebautizar la Bandera de la Estrella Solitaria y el Escudo de la Palma Real, como la Bandera y el Escudo de Nueva York. Líbrenos Dios de tal apostasía.
Epílogo.
En el patriótico ambiente cubano de 1868, La Bayamesa de Figueredo, no resultó ser la única composición destinada a soliviantar el espíritu público e inflamar corazones ante el sacrifico y la gloria; tanto es así, que de haber sido Manzanillo la ciudad tomada por el Padrazo Carlos Manuel aquel 10 de octubre, hoy -tal vez-, la «Marcha a Manzanillo» sería el Himno Nacional de Cuba; eso, si la Asamblea de Guáimaro no lo hubiese presionado como lo hizo con la bandera de la Demajagua, logrando él, como concesión apenas, colocarla en el recinto destinado a las reuniones de la Cámara. La intención de tomar la ciudad de Manzanillo inmediatamente después de la proclamación de la independencia, la liberación de los esclavos y la conformación del naciente Ejército Libertador, es un hecho poco conocido, mas, no por eso infundado. De ello dan fe los siguientes elementos:
1) la rúbrica del «Manifiesto de la Junta Revolucionaria de la Isla de Cuba», señala la ciudad de Manzanillo como el lugar de su suscripción, no el sitio exacto de su firma: el ingenio Demajagua;
2) el parte rendido por Bartolomé Masó Márquez -Segundo de Céspedes aquel día fundacional de octubre-, expone, sin margen a dudas, el deseo primario de atacar la ciudad y las razones que hicieron, al «Hombre de Mármol», desistir de su empeño;
3) la composición, el 4 de octubre de 1868, del himno guerrero que entonarían Céspedes y sus hombres al tomar o ya tomada, la ciudad de Manzanillo. Esta marcha fue publicada en El Cubano Libre, el jueves 26 de noviembre de 1868, en la ya redimida ciudad de Bayamo.
MARCHA A MANZANILLO
Estribillo
Ese astro bello que rutilante
En la risueña mañana asoma
Sobre la cima de la alta loma,
Ese es el sol de la libertad.
El con su fuego inflama los pechos,
Por nuestra patria y ley combatamos,
Antes que esclavos bravos muramos,
Bajo el pendón de la libertad.
Estrofa 1ra.
Vuestros machetes blandid con fuerza
Manzanilleros, id al combate
De miedo nunca, más brioso late
El corazón por la libertad.
Sólo en la fuga inútil amparo
Buscan sin gloria viles tiranos
¿Cómo podrá caer en sus manos
El que defiende su libertad?
Estrofa 2da.
Y brilla el día que deseabais:
Nuestros verdugos tenéis delante
Que desaparezcan en un instante
De este suelo de libertad.
Libertad! santo nombre que inspira
Las almas nobles a noble hazaña
Haz tú que Cuba venza la España
Con sólo el grito de libertad.
ANEXO 1
Algunas de las versiones más importantes hechas a La Bayamesa, citadas en el folleto de Flora Mora, Necesidad de Cubanizar el Himno Nacional.
1.-Himno Nacional Cubano: Arreglo de J. Marín Otero.
2.-La Bayamesa: Emilio Agramonte.
3.-Himno Bayamés: J. Marín Varona.
4.-La Bayamesa: Hubert de Blank.
5.-Himno Nacional Cubano: Antonio Rodríguez Ferrer.
6.-Himno de Bayamo: Rafael Pastor.
7.-Himno Nacional de Cuba: Libro de Himnos de Barcelona.
8.-Himno Nacional: J. Molina Torres.
9.-El Himno de Bayamo: Gaspar Agüero.
10.-Himno a Bayamo: Ramón Moreno.
11.-Himno Nacional: Luis Casas Romero.
12.-Himno Nacional: Boletín Musical.
13.-Himno Nacional Cubano. Arreglo para Banda (inédito) de Antonio Rodríguez Ferrer.
14.-Himno Nacional: Arreglo para Banda de J. Molina Torres
15.-Himno Nacional: Arreglo para Banda de Guillermo Tomás.
16.-Anthems of The United Nations: Arreglo de Félix Guenthe, apareciendo como autor J. Marín Otero.
17.-Excerpts from the National Anthems: Arreglo de Luis Guzmán.
18.-Himno Nacional de Cuba: Arreglo para Banda de Cap. Thomas F. Darcy.
19.-Himno Nacional Cubano: Arreglo para Banda de M. L. Lake.
20.-Colección de Himnos de Fischer.
21.-Himno Nacional de Cuba. (Himno de Bayamo): Arreglo de Flora Mora.
22.-Himno Nacional Cubano: Arreglo de Olga de Blank (para tocarlo con un dedo cada mano)
Nota: La autora somete a crítica, sólo las versiones que modifican la melodía o la letra del himno, no así su título, incurriendo en el vicio de cambiarle el nombre y llamarlo Himno de Bayamo. Nótese que el estudio es de 1954
ANEXO 2
La copia de «La Bayamesa», regalada por Pedro Figueredo a Adela Morel, en 1869, tiene las siguientes características.
1.-Lleva por título, con letras que simulan las góticas: La Bayamesa.
2.-Por subtítulo: Himno patriótico Cubano.
3.-A la derecha y en la parte superior de la partitura se lee: Palabra y Música de Pedro Figueredo.
4.-En la parte izquierda, justamente sobre el pentagrama está acotado: Marcial.
5.-A la izquierda del documento, y corriendo paralelo al borde del papel; o sea, de arriba hacia abajo, está escrito, en dos pequeños reglones, lo siguiente:
Copiado para la Señorita Adela Morel.
Santa María Nov. 10 de 1869.
6.-El cuerpo del texto comienza con la música y la letra de las dos primeras cuartetas; seguidamente, señalizadas con 2a y 3a, reproduce Figueredo el resto de su composición.
LA BAYAMESA
Trasunto hecho de una copia fotostática, de la versión autógrafa de Perucho Figueredo regalada a Adela Morel.
Al combate corred, bayameses
que la Patria os contempla orgullosa,
no temais una muerte gloriosa,
que morir por la patria es vivir.
En cadenas vivir, es vivir
en afrenta y oprobio sumido,
del clarín escuchad el sonido,
¡a las armas valientes corred!
No temais los feroces Iberos
son cobardes cual todo tirano
no resisten al bravo Cubano
para siempre su imperio cayó.
¡Cuba libre! ya España murió
su poder y su orgullo ¿dó es ido?
del clarín escuchad el sonido
¡¡á las armas!!, valientes, corred!
Contemplad nuestra huestes triunfantes
contempladlos á ellos caidos,
por cobardes huyeron vencidos,
por valientes sabemos triunfar.
¡Cuba libre! podemos gritar
del cañón el terrible estampido
del clarín escuchad el sonido
¡¡á las armas!! valientes, corred.
ANEXO 3
Primera versión pública, hasta donde se conoce, de «La Bayamesa». Fue publicada en El Cubano Libre, el martes 27 de octubre de 1868 en la página 1. Nótese las grandes diferencias con la copia autografiada por Figueredo de 1869, de lo que se deduce que el autor dedicó tiempo a perfilar su composición o aquellos versos primarios que -según el primogénito de Céspedes-, la esposa de Perucho adaptó a la música cuando fue compuesta.
Sección Poética.
—————-
La Bayamesa
Himno Patriótico
Al combate corred, bayameses
Que la Patria os contempla orgullosa,
Hoy romped la cadena ominosa
A los gritos de Honor, Libertad.
No querais en cadenas vivir
En afrenta y oprobio sumido;
Del clarín escuchad el sonido…
¡A las armas, valientes, volad!
Tres días antes; o sea, el 24, Perucho Figueredo, en su condición de Jefe de estado Mayor del Ejército Libertador, le decía en comunicación al Padrazo Carlos Manuel:
«Para el día de mañana después de cantado el Tedeum dispuesto por Ud., accediendo al deseo de muchas familias y Ciudadanos de la población, he determinado, si Ud. tiene á bien aprobar un paseo por las Calles principales de la población llevando á la cabeza del cortejo nuestra bandera(1) que será saludada por la banda de música y coro de ambos sexos que tocarán y cantarán el Imno y marcha de la “Bayamesa” que he tenido el honor de componer y dedicar á nuestro Egercito libertador y demás hermanos del pueblo de Cuba.(2)»
Notas:
1.-Se refiere a la bandera diseñada por Céspedes en Demajagua, enarbolada por Candelaria “Canducha” Figueredo al momento de entrar a Bayamo y vuelta a ondear por dicha fémina en ocasión del referido Tedeum.
2.-Véase como Perucho, además de reconocerse autor del himno, evita miras localistas cuando dice dedicar el himno al “Egercito Libertador y demás hermanos del pueblo de Cuba”; nada de “Himno de Bayamo” y si “Bayamesa”, en franca alusión a un canto patriótico universalizado en Francia al echar por tierra el ancien régime.
Bibliografía.
1.-Antúnez, Francisco Javier. Apuntes históricos de Manzanillo y su fundación. Manzanillo, Imprenta Timoteo, 1927.
2.-Asamblea Nacional del Poder Popular. Breve reseña histórica de los símbolos nacionales. 1983 /s.l/ /s.e/
3.-Figueredo, Fernando. La Revolución de Yara. 1868-1878. La Habana, Editorial Pueblo y Educación, 1972.
4y de los símbolos nacionales y su Reglamento. La Habana, Editora Política, 1999.
5.-Maceo Verdecia, José. Bayamo. Manzanillo, Editorial «El Arte», /s.a/
6.-Mora, Flora. Bandera e Himno. La Habana, Editorial LEX, 1950.
7.—————-. Necesidad de cubanizar el Himno Nacional. La Habana, Imprenta San Pedro, 1954.
8.-Pichardo, Hortensia. Documentos para la historia de Cuba. IV. La Habana, Editorial de Ciencias Sociales, 1980. Segunda Parte.
9.-Portuondo, Fernando y Pichardo Hortensia. Carlos Manuel de Céspedes. Escritos. La Habana, Editorial de Ciencias Sociales, 1983, Tomo I.
10.-Rodríguez, Rolando. Cuba: la forja de una nación. Despunte y epopeya. La Habana, Editorial de Ciencias Sociales, 2005.
11.-Vovelle, Michel. Introducción a la historia de la revolución francesa. La Habana, Editorial de Ciencias Sociales, 1991.
Publicaciones.
1-Periódico Patria. New York, 25 junio de 1892.