Resumen: Notas breves sobre la composición y destino de la única marcha de índole marcial, hasta el momento conocida, compuesta por Carlos Manuel de Céspedes, y con la cual pensaba soliviantar el espíritu público de los manzanilleros cuando, después de tomada la ciudad, la convirtiese en la primera urbe redenta de Cuba.
Ante la sostenida impaciencia de los manzanilleros encabezados por Carlos Manuel de Céspedes, el venerable Francisco Vicente Aguilera, partidario de aplazar el alzamiento, decide entrevistarse con el líder del grupo de Manzanillo en un intento por apaciguar los ánimos desatados y, de todo punto, incontenibles. Viajó Aguilera a la costeña ciudad y en su ingenio «Santa Gertrudis», distante sólo una legua del Demajagua, se reúne con Céspedes a quien trata de disuadir prometiéndole anticipar el alzamiento para el 24 de diciembre del propio 1868.(1) Sin embargo, la decisión de Carlos Manuel y sus conmilitones era inalterable, las propias razones expuestas en la conversación sostenida el día 2 de octubre así lo demuestran: “Todo lo sé, pero no es posible aguardar más tiempo. Las conspiraciones que se preparan mucho siempre fracasan, porque nunca falta un traidor que las descubra. España está revuelta ahora, y esto nos ahorrará la mitad del trabajo […]”(2), razonó Céspedes con firmeza y visible lógica.
A pesar de todo, y creemos que esencialmente por respeto, Céspedes -a petición de Aguilera-, convocó una reunión con algunos otros manzanilleros que verificada el día 3 en la finca «El Ranchón», propiedad de Manuel de Jesús Calvar y Odoardo (Titá), se extendió hasta la madrugada del día 4. En el cónclave, Francisco Vicente fue escuchado con respeto obteniendo de sus interlocutores la promesa, incumplida seis días más tarde, de que “[…] acopiarían la mayor suma de dinero posible para la compra de armas, realizada la cual, se lanzarían al grito de independencia”(3); a estas alturas, ya no se le podían poner diques al torrente de la libertad.
Por lo antes dicho, y con plena conciencia de cuales serían las acciones ulteriores, Carlos Manuel de Céspedes compone ese mismo día 4 la «Marcha a Manzanillo», única pieza de índole marcial -hasta el momento conocida-, compuesta por quien el 10 de octubre de 1868 partea la Nación Cubana.(4) Imposible era no conociera Céspedes la composición de Pedro Figueredo, máxime cuando su primogénito era novio de una hija del creador de «La Bayamesa» y la pieza había sido entonada ya, con la letra algo cambiada, por un grupo de manzanilleros en una noche de serenatas cerca del dormitorio del Teniente Gobernador(5); por otro lado, resulta igualmente improbable no conociera el ilustrado y culto bayamés -residenciado en Manzanillo desde hacía 16 años-, la marcha que compuesta por Claude Joseph Rouget, había animado el núcleo espiritual de la revolución francesa; por tanto, hasta en eso quiso y fue original Céspedes: componer un himno sin referencias a otros similares y que denotaba cual sería la primera acción de armas cuando desatase el ademán heroico de la brega libertaria: el asalto y toma de la ciudad de Manzanillo, momento propicio para soliviantar, al calor del júbilo y la victoria popular, el espíritu público de los manzanilleros.
Sin embargo, por razones no tan iguales, mas no muy diferentes a las expuestas el día 2 en la plática sostenida con Aguilera, Céspedes desistió del ataque a Manzanillo y después de un corto periplo de diez días convierte a Bayamo en la primera capital de Cuba Libre; por tal motivo, la marcha compuesta días atrás no se aviene ahora al lugar ni a los hombres, viniendo a ser la toma de Bayamo la oportunidad dorada para que «La Bayamesa», de Perucho Figueredo, cumpliera el papel de enardecer el espíritu y glorificar la decisión de morir por la patria.
Olvidado y desconocido permaneció el convite de Carlos Manuel a los manzanilleros. La marcha quedó relegada -por más de un siglo-, a una página de El Cubano Libre marcado con el número 30, de fecha jueves 26 de noviembre de 1868(6), hasta que la paciente y patriótica obra del matrimonio de Hortensia Pichardo y Fernando Portuondo, la rescató de las páginas del insurrecto rotativo y publicó en 1974, justamente, un siglo después de la caída en combate del Padrazo. Poca importancia se le dio a la cespediana composición, hasta que una noche del año 2004, en el Salón de Protocolos del Teatro Manzanillo, ante la imagen pictórica del inmortal caudillo, Delio Orozco González impetró del magnífico discípulo de Euterpe, Leo Brower, la musicalización de la pieza; acompañaba en esos instantes al guitarrista el músico bayamés Carlos Puig, quien, solícito y comprometido, pidió para sí el pedimento que cumplió cabalmente cuando, en octubre de ese mismo año, entregó al gobierno de la ciudad y al historiador manzanillero un disco compacto con la marcha musicalizada y cantada por el tenor holguinero Orlando Silverio. De esta forma, se cerraba el ciclo que iniciado el 4 de octubre de 1868 dotaba a la ciudad de Manzanillo de un himno, y, si la historia hubiese sido otra, esto es, si la toma de la ciudad se hubiera producido, si la Asamblea de Güáimaro no hubiese presionado a Céspedes como lo hizo con la bandera de La Demajagua, logrando él como concesión apenas colocarla en el recinto destinado a las reuniones de la Cámara, hoy, el Himno de la República de Cuba sería la «Marcha de Manzanillo».
MARCHA DE MANZANILLO
Estribillo
Ese astro bello que rutilante
En la risueña mañana asoma
Sobre la cima de la alta loma,
Ese es el sol de la libertad.
El con su fuego inflama los pechos,
Por nuestra patria y ley combatamos,
Antes que esclavos bravos muramos,
Bajo el pendón de la libertad.
Estrofa 1ra.
Vuestros machetes blandid con fuerza
Manzanilleros, id al combate
De miedo nunca, más brioso late
El corazón por la libertad.
Sólo en la fuga inútil amparo
Buscan sin gloria viles tiranos
¿Cómo podrá caer en sus manos
El que defiende su libertad?
Estrofa 2da.
Y brilla el día que deseabais:
Nuestros verdugos tenéis delante
Que desaparezcan en un instante
De este suelo de libertad.
¡Libertad! santo nombre que inspira
Las almas nobles a noble hazaña
Haz tú que Cuba venza la España
Con sólo el grito de libertad.
Referencias Bibliográficas.
1.-Fernando Portuondo y Hortensia Pichardo. Carlos Manuel de Céspedes. Escritos. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1974, tomo I, p. 56.
2.-Idem.
3.-Ibid. p, 57.
4.-Ibid. p. 441.
5.-Francisco Javier Antúnez, Apuntes históricos de Manzanillo y su fundación. Casa Editorial Timoteo, Manzanillo, septiembre de 1927, p. 74.
6.-Fernando Portuondo y Hortensia Pichardo. Ob. Cit. p. 441.
Contribución de la autoría de Delio G. Orozco González.